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De entrenamientos y heridas

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Era temprano por la mañana en el Santuario. Las aves empezaban a cantar, la luz empezaba a hacerse más brillante y, por desgracia para algunas chicas, era hora de empezar el entrenamiento. Alfa iba caminando algunos pasos detrás de Saga quien aprovechaba la caminata para hacer estiramientos. Alfa intentaba con todas —sus fuerzas ahogar los bostezos que querían escapar de sus labios. No tardaron en llegar al Coliseo. Varios Dorados ya se encontraban ahí, algunos con sus respectivos aprendices y otros solos. Alfa levantó la mirada del piso. Extrañada, vio que de verdad nada más se encontraban ahí los Dorados.
—¿Dónde están los demás? —le preguntó a Saga.
—¿Los demás?
—Sí, los Santos de Plata o Bronce.
—¡Ah!, ellos. Una vez al mes, el Coliseo queda por completo vacío a excepción de los Dorados. Digamos que lo reservamos nada más para nosotros.
—¿Sí? Nunca me había dado cuenta de eso. Alde y yo, al principio, tan sólo entrenábamos en las afueras, muy pocas veces veíamos acá.
—Sí, lo habíamos notado. Parece que Aldebarán se esforzaba en mantenerte bien escondida.
—Supongo para no pasar vergüenza ajena cuando yo no sabía ni cómo dar medio golpe.
Saga sonrió con ironía. El entrenamiento de esa mañana comenzó como siempre, con algunos ejercicios de calentamiento, estiramiento, mil millones de vueltas alrededor del Coliseo. Al menos sirvió para que Alfa terminara de despertar. La noche anterior se la había pasado leyendo, o al menos, intentando leer un grueso libro de filosofía y como no era lo que se llama fan de ese tipo de lecturas, le tomó toda su fuerza de voluntad el terminar el dichoso volumen. Sin embargo, cuando al fin lo logró, eran casi las cuatro de la mañana, así que a lo mucho obtuvo dos horas de sueño antes de que Saga la levantara. Y ahí estaban ambos, corriendo en círculos. Cuando el santo de Géminis decidió que ya era suficiente, comenzaron con el entrenamiento de batalla. Había varios grupos haciendo lo mismo. Mientras los Dorados tenían peleas amistosas entre sí, vigilaban a sus aprendices. Alejandra se encontraba entre ellos, en combate contra Dicro, mientras Shaka y Deathmask las observaban, sentados en las gradas. El sol ya se encontraba alto y el calor iba en aumento.
Saga y Alfa, si bien estaban en el Coliseo, se encontraban en la esquina más alejada de los demás. A Saga nunca le había hecho mucha gracia que lo observaran mientras entrenaba, aun cuando le molestaba menos que fueran sus compañeros Dorados, prefería estar un tanto lejos de los demás. Alfa no tenía inconvenientes, dado que pocas veces ponía mucha atención a la gente que la miraba. Ese día, a pesar de estar rodeada de los Dorados, se sentía a gusto. Además ya había notado que Alde los observaba y eso como que tendía a tranquilizarla.
Como siempre, Alfa tenía algunos problemas cuando intentaba no esquivar los ataques de Saga. Ese día se habían dado el permiso de utilizar un poco de cosmo en sus golpes. Servía para que Alfa siguiera practicando con él, dado que, aunque ya era buena en usarlo, debía perfeccionar la técnica. Saga se estaba divirtiendo, Alfa también era buena para ponerlo en aprietos, si bien en una pelea en serio, no habría dudas de que él le ganaría, también reconocía que ella no lo pondría fácil. Ambos ya comenzaban a cubrirse de tierra gracias a las múltiples caídas y las veces en que se veían obligados a arrastrase por los suelos con tal de dar algún golpe. El sudor corría por sus frentes.
Alfa miró a Saga, quien sonreía, ambos se acababan de trenzar en una seguidilla de patadas y ahora se estudiaban a unos pasos de distancia. La chica apretó los puños mientras daba un salto impulsado con cosmo, Saga se preparó para el ataque, la chica descargó otra patada sobre el Santo, quien apenas pudo detenerlo con los brazos, para luego contestar con los puños. Alfa se defendió sin problemas, dio unas cuantas patadas que llegaron al blanco y terminó con un puñetazo directo al estómago de Géminis. Saga recibió el golpe, resbaló algunos metros por el piso sin llegar a caer, para reponerse enseguida y cargar contra la joven. Ella esquivó el primer ataque y detuvo el segundo, pero no tuvo tanta suerte con el tercero. Saga le dio un golpe que levantó a la chica del suelo y la arrojó algunos metros hacia las bardas de la arena. La joven fue a caer de lleno sobre su costado izquierdo, pero no se detuvo y siguió arrastrándose por el suelo unos metros más antes de detenerse muy cerca de la barrera. La chica había sentido un dolor agudo en su pierna izquierda al momento en que impactó contra el piso, pero fue hasta que se sentó que de vedad se dio cuenta de cuánto le dolía y del líquido que resbalaba. Miró su pierna: a medio camino entre la cadera y la rodilla tenía una herida larga y sangrante, con lo que parecía un vidrio enterrado dentro.
Saga había visto toda la trayectoria de la chica y esperaba a que se incorporara y volviera a cargar contra él, como siempre hacía, pero enarcó una ceja y quitó su postura de defensa cuando vio que la chica se quedaba sentada en el lugar y examinaba su pierna. ¿Le habría pasado algo? La chica levantó la mirada hacia él y lo llamó por su nombre. Sin perder medio segundo, Saga salió corriendo al lugar en el que Alfa estaba sentada.
—¿Estás bien? —preguntó al llegar.
Alfa levantó la mirada.
—Dime por favor que me equivoco, pero creo que tengo un ENORME vidrio enterrado.
Saga se arrodilló junto a ella. Aldebarán, que no se encontraba lejos, había detenido su entrenamiento para mirarlos, él también había visto la larga caída de la joven. Saga examinó la pierna de la chica. La herida de verdad de al menos 10 centímetros y parecía profunda. Sangraba mucho y, tal como ella había dicho, parecía tener un enorme fragmento de vidrio enterrado. Saga levantó la mirada a la chica, luego vio a Aldebarán que los seguía observando.
—Alde, ¿podrías llamar a Mu o Aioria?
El Santo de Tauro asintió mientras buscaba con la mirada a alguno de los dos. Mientras tanto, Saga levantó a Alfa del suelo y la llevó en brazos a las gradas.
—Asumo que se ve tan fea de cerca como se ve de lejos. —dijo Alfa mientras se sujetaba del cuello de Saga.
—Se ve más fea de cera, te lo aseguro. —contestó el de Géminis. Saga dejó a la chica sentada de lado en una de las gradas para luego volver a mirar la herida. Alfa mejor se concentraba en cualquier otro lado. No tardó en ver que Aldebarán y Mu se acercaban corriendo.
—¿Estás bien, Alfa? —preguntó Mu mientras se arrodillaba junto a ella. Saga se hizo a un lado: se sentó junto a Alfa, sirviéndole de apoyo. La chica se recargó contra él.
—La verdad no muy bien. Pero por favor dime que es un vidrio y no un metal, por favor, por favor.
Mu sonrió. Kiki se había acercado con su maestro e hizo una mueca de miedo y pesar cuando vio la cantidad de sangre.
—Sí, diría que es un vidrio. Kiki, por favor, ve al templo por las medicinas.
El ahora adolescente Kiki no dijo ni pio y se teletransportó.
—¿Es muy grave? —preguntó Aldebarán. —Y a todo eso, ¿qué demonios hacía un vidrio en el Coliseo?
—A mi me huele a que algunos soldados van a hacerle una corta y educativa visita a Cabo Sounión si es que ese vidrio es, como sospecho, de una botella. —contestó Saga.
—No creo que sea muy grave, pero ya lo veremos. —contestó Mu mientras le quitaba el tenis a la chica, seguido del calcetín para luego pedirle que moviera los dedos y el pie.
Alfa hizo más de un gesto de dolor y apretó con fuerza la mano de Saga, que ni cuenta se dio del momento en que había empezado a sujetar. En ese momento Kiki regresó con las cosas de Mu, quien procedió a limpiar un poco la sangre, luego, miró a Alfa.
—A la cuenta de tres respiras profundo y exhalas con calma. Voy a sacar el vidrio.
Alfa asintió con la cabeza, agarró la otra mano de Saga y fijó su vista en Aldebarán, que estaba frente a ella. Cabe mencionar que para ese momento, varios de los Dorados y Alejandra, Dicro y Vivien se habían acercado a ver qué pasaba.
—Uno… dos… tres. —contó Mu.
Kiki cerró los ojos, Saga puso cara de pesar, Alejandra se mordió la uña del pulgar, Dicro se mordió el labio inferior, Vivien no hizo ni una muerca y Aldebarán también fijó su mirada en Alfa. Alfa exhaló con calma mientras contaba hasta mil millones y apretaba las manos de Saga. De verdad fue un ENORME trozo de vidrio el que sacó Mu de la pierna de la chica, y en efecto, pertenecía a una botella. El joven de Aries procedió a limpiar la herida y cerrarla por medio de cosmo. Luego la vendó con alguna medicina que sacó de entre sus cosas. Cuando lo hizo volvió a pedir a la chica que moviera los dedos y el pie, luego la hizo levantarse y apoyar la pierna.
—Creo que vas a estar bien, aunque te va a doler más o menos por una semana. La verdad yo evitaría hacer muchos esfuerzos con esa pierna al menos dos días. Saga: baja sus entrenamientos.
Saga asintió con la cabeza para luego mirar alrededor.
—¿En qué momento se reunieron todos? —preguntó.
Dicro, Viven y Alejandra sonrieron con ironía, luego le hicieron un gesto de despedida a Alfa y se alejaron. Milo y Aioria sonrieron. Shaka también se alejó con su alumna.
—Nos preocupamos, nada más. —dijo Milo.
—Chismosos. —dijo Aldebarán mientras sonreía.
—De pronto me sentí como en exhibición. —dijo Alfa mientras se sentaba de nuevo para ponerse el tenis.
—Pues supongo que esto termina con el entrenamiento de hoy. —dijo Saga.
—No creo que eso represente un problema para Al, ¿eh chica? Vayan a descansar, ya casi es hora de la comida de todas formas. —dijo Aldebarán mientras comenzaba a alejarse también.
—Muchas gracias por todo, Mu. —dijo Alfa cuando se levantó de nuevo.
—No es nada. Si te duele mucho o tienes algún problema ven a verme.
—Gracias Mu. —dijo esta vez Saga.
El Santo de Aries se despidió con un gesto de la cabeza y los dejó solos. Saga miró a la chica.
—Si te digo la verdad, casi se me sale el corazón.
Alfa sonrió.
—Imagínate lo que sentí yo. Debiste mandarme a volar hacia otra dirección.
Saga sonrió.
—Ya, pero no me hagas sentir más culpable.
—Técnicamente fue tu culpa.
—¿Cómo te lo compenso?
—Para empezar, me llevas a comer a algún lado hoy. —contestó ella con una sonrisa.
—Hecho.
—Y… me llevas cargando a Géminis. Ya oíste a Mu, no puedo hacer mucho esfuerzo por dos días.
—Eso, es aprovecharse de las circunstancias.
—Un poco. ¿Nos vamos? ¡Tengo hambre!
Saga sonrió, bajó una grada y dejó que la chica lo usara de "caballo". Se alejaron a paso tranquilo del Coliseo mientras los demás continuaban con sus entrenamientos del día.
Continuación de todo mi debraye existencial que empezó con:

"Cooperacha Zodiacal" [link]
"De cómo cambié de Maestro" [link]
"De cómo demostré mi status de novata" [link]
"De cuando me sonreíste" [link]
"Breakout" [link] y
"De Cuando me contaste tu historia por primera vez" [link]

Se me ocurrió hace semanas y no dejaba de darme vueltas en la mente. No es como que muy importante, no mas una escenita que quería escribir. Además, mi querída Dicro :icondicro: hace un pequeño cameo por aquí.

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes de esta historia me pertenece. (Bueno, no... Alejandra es mi amiwa, Dicro es una gran ciber-comadre :P y Alfa soy yo mera.) ¡Snif! Son propiedad de su creador, Mr. Kurumada-sama-sensei. Yo no más los uso (¡mmmm!) con fines de sano entretenimiento. Porque ¡cómo quisiera yo hacerlos míos! Ejem, es decir, que fueran míos. Saga y Kanon atados a las patas de mi cama. Milo paseando en paños menores por mi casa. Camus enfriando las chelas... yada yada yada. Ustedes saben, lo usual. En fin, yo no gano nada con esto, más que entretener a mis musas. ¿Me oyes Apolo?
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