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Falsa Traicion. Cap 11: Falsas Verdades

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Plena tarde, y su rostro eternamente adorable de un joven de 18 años parecía decaer ante todo. Al llegar a su casa y tirarse en su cama, un grito ronco y sufrido salió de su garganta. No sabía cómo demonios expresarse, cómo explicarse… Ni la literatura lo ayudaría, ni escribir ni su hermosa música, necesitaba otra cosa… algo para convencerse completamente de que su corazón seguía latiendo…

Extrañó a su abuela, sus caricias y consejos. Aquellos años despreocupados en donde todo lo que realmente importaba era protegerse los unos a los otros. Donde la economía no se conocía entre su pueblo, cuando no existía el vocablo "política" entre sus diálogos. Cuando todo era mucho mejor… Martín y él jugando, dos niños pequeños, desconocidos, de tierras vírgenes y puras listas para recibir a los conquistadores españoles.

Así se lo había enseñado Antonio…

Pensó ingenuamente entonces que todo tiempo pasado fue mejor.

Y ahora… ¿qué sucedería después?

—¡González! —gritaron desde afuera. Conocía demasiado bien esa voz.

—¡No tengo ánimos de ni una hueá! ¡Déjeme solo! —y giró hacia la pared, llorando sin poder evitarlo mientras abrazaba su almohada, deseando que ésta no fuera un montón de plumas sino ese a quién se había negado…

A quien sin querer había traicionado.

—¡Déjame pasar, muchacho! ¡O te juro que echo la puerta abajo! —resignado ante esa orden, abrió la puerta de su habitación corriendo luego inmediatamente a su cama.

A quien menos quería ver en ese momento, apareció frente a sus ojos.

—Párate y conversemos—dijo el superior.

—Dije que no quería conversar y menos con…

Silencio. La lengua comenzó a soltarse más de lo debido.

—¿Con…?—intentó completar el superior, pero Chile huyó de aquella conversación con maestría.

—¿Qué quiere? —preguntó de mala gana, olvidándose del asunto.

—Se trata de Argentina e Inglaterra. Más bien de Inglaterra.

Sus ojos se cerraron, su boca se movió incómoda y las lágrimas volvieron a escaparse de su miel.

Su superior cerró la puerta sucumbiendo así el silencio en la alcoba.

—No quiero saber nada de él… ¡Nada! —gritó, desconcertando al hombre.

—¿Aún sigues pensando en ayudarlo a él?

Se quedó helado. ¿Cómo sabía que Chile pensaba apoyar a Argentina?

—¿Cómo sabe eso? —preguntó como un idiota.

—Kirkland me lo dijo.

"Putah que es maricón".

—Manuel, me extraña esa actitud tan poco madura que estás teniendo—admitió su superior con altanería.

—No se trata de inmadurez, sino de lealtad.

El dictador se permitió reír a carcajadas.

—¿Lealtad? ¿Ha sido él leal contigo a caso?

—¡Claro que sí! ¡Siempre lo ha sido!

—¡No me hagas reír, muchacho! ¡No vine a hablar contigo para que me des un monólogo humorístico!

—¡No estoy bromeando! ¡Argentina ha sido leal conmigo desde siempre!

—Desde siempre… claro—dijo con ironía—. Desde que obtuvo La Patagonia.

Silencio otra vez.

—… Eso no viene al caso.

—Claro que sí. Dices que debes ser leal con alguien que nunca lo fue contigo.

—Inglaterra tampoco es la nación más leal de todas.

—Pero lamentablemente Reino Unido tiene más prioridad ahora que ese trasandino.

—Él no. Estados Unidos.

—Sea como sea. González, eres de la OTAN, un aliado más de Estados Unidos… ¡No puedes negarte!

—¡Ya lo sé, mierda! —fue suficiente presión. Sintió que sus manos transpiraban al cerrarse con fuerza, dañándose las palmas—. ¡Ya no lo hice!... ¡ya dije que a quién apoyaría, por la cresta!

El hombre sonrió.

—Sabía que recapacitarías, muchacho. Aunque no lo creas, lo hago por ti. Olvídate de esas ideas revolucionarias que te ensucian, que te hacen ver como una nación inmunda y del Segundo Mundo. Eres de Estados Unidos ahora, no eres de Rusia.

Agachó la cabeza siendo derrotado por esas palabras. No quería ser parte de eso, no quería traicionar a Argentina…

Aunque ya lo había hecho.

Lo había traicionado y al mismo tiempo no…

Una falsa traición.

—Con estar del lado de Inglaterra me has ayudado también a limpiar este país.

Su gente…

—Wake up, Chile… No dejes que una segunda operación Cóndor acabe por destruirte.

"No puedo… ¡No puedo!"

La figura de su superior hacía estragos en su mente, torturándolo más de lo que podía soportar en su realidad. Pero ya sus ojos estaban abiertos, sólo faltaba reconocer su entorno de una vez por todas…

Y volvió a llorar, cosa que el hombre tomó como señal para dejarlo solo.

—Quédate del lado que le conviene a tu gente… no que te convenga a ti. Eres una nación, no una persona. Tienes responsabilidades y retos. Aún te falta un poco para convencerte de ello—y desapareció tras la puerta.

Impotencia total. Se le hacía imposible dominar sus sentimientos. No podía defenderse, no podía hacer nada… Sólo esperar a que ya en la noche, como había alcanzado a oír antes de salir corriendo de la casa de Martín, viniera también su propia invasión. Esa que dañaría no sólo a su vecino, sino a él también.

Pero sólo podía resignarse. No había nada más que hacer, y aprender a vivir con lo que lo habían condenado.

No había vuelta atrás.



Ya todos se habían ido y su casa volvió a quedar vacía, solitaria…

Y él ausente… completamente ausente, sin saber en qué pensar, qué hacer…

Hacia dónde ir…

Su habitación lucía exactamente igual que en la mañana. Se miró al espejo y se dio cuenta de que sus ojos estaban hinchados. Las lágrimas que habían escapado de ellos no podían irse sin dejar alguna huella en su rostro angelical, sintiéndose por ello más débil de lo que pensaba que era.

Definitivamente no tenía sentido ya luchar, aunque ya lo había declarado. Esa noche, la noche del 2 de abril, se decidiría el destino de sus preciadas islas. Las que él e Inglaterra tanto querían.

Pero ya no tenía sentido… Chile lo había traicionado…

—Me hacés tan bien…—Confesó, contagiándole la sonrisa al otro. Chile tomó las manos de Argentina y posteriormente tomó su rostro, imitando la acción del rubio. —Inglaterra puede irse al carajo. Vos siempre estarás conmigo, ¿verdad?

—Claro que sí. —Respondió, sin dudar ni un solo segundo. — Y tú conmigo, ¿cierto?

—Sí, Manu… siempre.


"Siempre…"

¿Qué era Siempre para Chile? ¿Una burla?...

"Me dijo que estaría conmigo siempre…"

La angustia volvió, y su mente le torturó con la idea de no haber apretado el cuello de Gran Bretaña cuando tuvo la oportunidad.

No sabía qué pensar, qué decir… Estaba claro que a Chile lo habían chantajeado, pero por otro lado le dijo que jamás iba a traicionarlo… ¿Qué demonios debía creer?

Su mente estaba demasiado atrofiada, demasiado presionada y no podía pensar en absolutamente nada. Lo único a lo que su cuerpo atinaba era a llorar… llorar hasta que cayera rendido en la cama mientras sentía que su corazón se detenía.

Se estaba volviendo loco… no podía pensar con claridad.

Se sorprendió al darse cuenta de que la guerra no le importaba. Las lágrimas salían de sus ojos sólo por Chile. ¡Las Malvinas ya no le importaban!

Se sentía traicionado, miserable… supo que las cosas habían tomado otro rumbo para siempre.

Odiaba pensarlo, pero estaba furioso con Chile.

¿Para qué demonios le prometió lealtad? ¿Para qué lo ilusionó? Si Manuel sabía desde un principio las consecuencias debió contestar a la primera duda una respuesta negativa.

"Es un boludo…"

Y esa confusión…

La Guerra…

Las Islas…

Inglaterra…

"Manu…"

Pero no podía odiarlo. Por más que su sentido común se lo exigiera, el corazón argentino no podía aborrecer a su dueño.

A su único dueño, el que lo recibió feliz.

Si decía que lo odiaba estaba mintiendo, y aquello dolía más aún. ¡Cuánto deseaba arrancarse el corazón!

—Manu… ¿qué te hicieron…?—preguntó. Preguntó al aire, al Chile imaginario que se dibujaba como un reflejo banal ante sus ojos, con los suyos igual de vacíos, tristes, hechizados.

Y ni aún en ese instante podía creerlo…

Golpearon su puerta de un momento a otro y él cerró los ojos con frustración.

—Hernández, dejáme pasar—hablaron. Era su superior.

—Pasá—respondió, más seco que nunca.

—Nos iremos a guerra…—dijo el hombre luego de entrar y cerrar la puerta. No quería nadie más lo oyera, ni siquiera los ministros.

—Oh, ¿en serio? —irónico. Horriblemente irónico.

—No jugués conmigo, Martín.

—No lo hago.

Silencio. Se miró, se escuchó a sí mismo y no sonaba triste. Sonaba duro pero sí afectado.

—Le declaraste la guerra a Gran Bretaña—pareció pregunta pero no. Argentina supo que su superior pensaba que no tenía sentido preguntar aquello que ya sabía.

—¿Qué querías que hiciera? Voy a defender mis islas, es lo mínimo que puedo hacer.

—Martín, son sólo islas…

—¡No son sólo islas! ¡Son MIS islas! ¡Inglaterra quiere quitármelas porque es imperialista!

Lloró otra vez sin saber si lo hacía por las Malvinas o por la puñalada que Chile le había dado por la espalda.

—¿Nos enfrentaremos solos con él? —cuestionó el superior. Argentina le restó importancia a eso. El apoyo más importante, el pilar más fundamental se derrumbaba frente a sus ojos.

Y él no podía hacer absolutamente nada. Intentar algo era ir contra un gigante.

—Uruguay, Perú y Ecuador nos apoyarán.

Otra vez el silencio los envolvió. Ahora con mucha mayor densidad que antes.

—¿Y Chile? —Se atrevió a preguntar el hombre. Martín apretó sus puños con furia, tristeza, amargura, deseos de venganza, de retroceder el tiempo…

Todo un cóctel de sentimientos que hacían detener su capacidad para pensar racionalmente.

—Con esos tres será suficiente. —¡Mentira! ¡El más importante respaldo se había extinguido frente a sus ojos!

El superior prefirió quedarse en silencio, afirmando.

—Espero que así sea.

—Y así será. Voy a luchar hasta el último segundo, pero te aseguro, che, que Reino Unido no va a apoderarse de Las Malvinas en un abrir y cerrar de ojos.

¿Realmente sería tan así?

Ni él se lo creía.

Y luego de que aquel superior cínico como él solo se fuera, Argentina volvió a derramarse en su cama llorándole a su almohada. Afuera, el hombre se apoyó en el muro suspirando con pesadez, siendo capaz únicamente de decir unas cuantas palabras que no solucionaban nada de lo que sucedía.

—Te lo dije, Argentina… —susurró para sí, en un tono indescifrable que oscilaba entre la burla y la triste decepción— y no me hiciste caso…



—No tengo nada más que hacer aquí.

—Yo tampoco… Alfred, vámonos—pidió Canadá ante la frase dicha por su hermano—. Quiero irme…

Jones y Williams se despidieron de Arthur y Francis, quienes al parecer no querían salir de las fronteras argentinas aún.

Matthew salió del hotel, cosa que Alfred aprovechó para dirigirse a Inglaterra.

—¿Seguirás adelante? —preguntó. Sonó seco, como si no le importara nada.

—Claro que sí. Esas Islas serán mías.

"Y Chile también. Se lo juré".

Estados Unidos afirmó levemente con la cabeza, dirigiéndose al norte del Nuevo Mundo junto con su hermano.

Apenas la puerta se cerró Kirkland se dejó caer en el sillón pesadamente. Bonnefoy, extrañado, lo imitó inclinándose hacia adelante con la intención de mirarlo a los ojos.

—¿Qué estás buscando? —cuestionó, con los ojos mediterráneos brillando de sospecha y curiosidad.

—No me digas que crees lo mismo que Alfred. Por favor Francis, siempre pensé que eras un idiota, pero por lo visto mi teoría se comprueba todos los días de formas diferentes. —Giró a un lado dándole la espalda, evadiendo la mirada acusadora.

—¿Entonces de verdad son sólo las islas? —insistió, mirándolo por detrás.

—Claro que sí—respondió sin girar a mirarlo— ¿Qué otra cosa sino?

—¿Su vecino?

Su cuerpo se heló.

—No digas tonterías.

—No es malo conquistarlo a él también. Chile es un país rico, tiene recursos naturales hasta en los codos.

Inglaterra chistó la lengua.

—Además es un muchacho bastante guapo. No tiene nada que envidiarte, Arthur. Es tan tentador como tú.

Sus puños se cerraron por ese comentario. Suficiente tenía ya con que Argentina tuviera cierto aprecio hacia el chileno. Francia era tan o más colonizador que él, lo cual lo asustaba en cierto modo.

El francés se acercó al británico por la espalda, susurrándole al oído lo que tanto temía oír.

—Actúa rápido Angleterre. El que te une al continente se te quiere adelantar. —Y dicho aquello besó fugazmente el cuello inglés, se puso de pie dispuesto a ir al aeropuerto para dirigirse de una vez a Europa.

Gran Bretaña lo miró mientras caminaba hacia la puerta, sin poder dejar de decir lo que quería decirle antes que volviera a verlo en unos días más.

—Gracias por hablar a mi favor, France. —dijo, seco. Mas el galo no lo tomó a mal: conocía lo suficientemente bien al inglés como para darse cuenta de que lo decía con sinceridad.

—Cuando quieras—y la puerta se cerró por acción de la mano gala ahora externa a su campo visual.

Se echó hacia atrás mirando el techo de la habitación, pensando y no pensando a la vez. La dicha no le caía en los pensamientos… ¡Al fin lo tendría! ¡Y las Malvinas serían suyas! La vida volvía a sonreírle a sus caprichos. Vaya que estaba feliz.

Caminó hacia la cama donde se sentó, fantaseando con lo que en esa noche se vendría. Cerró sus ojos y en su mente dibujó la imagen del chileno frente a él, siendo iluminado sólo por la luna llena chilena mientras hábilmente se desvestía, o las manos británicas lo desvestían… o ambos lo hacían al mismo tiempo… ¡Eran demasiadas las posibilidades para el deleite carnal!

Pero a pesar de ello debía seguir con el teatro. Él no iría al campo de batalla, no, claro que no. Para eso estaba su gente, esos que alguna vez también fueron parte de la tripulación que él comandaba en los siglos pasados. Eran soldados rudos e indestructibles. Estaba claro que Inglaterra no saldría derrotado, y menos si Estados Unidos lo apoyaba también. Si Canadá lo hacía, si Francia lo hacía…

Al parecer, después de todo, la existencia de Bonnefoy no era una desgracia como siempre la había catalogado.

Las ordenes ya estaban dadas, sólo quedaba ir hacia allá y pelear por sus maléficos fines. Sí, nada podría ser mejor que aquello.

El deleite perfecto. Una gloria con todas sus letras.

—Irse en mi contra es imposible—susurró para sí, más convencido que nunca—. Chile y Argentina lo sabrán esta noche.
Advertencia: Este fanfic tiene contenido a cerca de política.

Cap 11 entregado :D

Un detalle: sé que históricamente, la Guerra de las Malvinas fue un enfrentamiento propio de Reino Unido y Argentina, NO hubo apoyo latinoamericano hacia éste último. La intervención de Perú, Uruguay y Ecuador es sólo un detalle de mi fanfic. Se me ocurrió que, quizás, mi historia tampoco podía estar TAN pegada a la real, y quise ponerle otros detallitos míos (?)

La Patagonia: No quiero ocasionar problemas! lo juro! xD pero quise mencionarlo... más adelante se detallará un poco más. Pero no es más que eso, sólo una leve mención.

El detalle de Francia: Como ya saben (creo que la lo dije, no me acuerdo xD), Francia es mi personaje favorito y también me gusta emparejarlo con Chile xD de hecho tengo pensado escribir un oneshot lemon de ellos, pero más a futuro.

En fin, muchas gracias por leer ♥ se los agradezco con mi vida ♥

Prólogo: "La supuesta Salvación" [link]
Capítulo 1: "La noticia, los recuerdos" [link]
Capítulo 2: "La demanda del reencuentro" [link]
Capítulo 3: "La decisión más difícil" [link]
Capítulo 4: "Jamás" [link]
Capítulo 5: "Rebeldía" [link]
Capítulo 6: "Un deseo Egoísta" [link]
Capítulo 7: "Intenciones de Cristal" [link]
Capítulo 8: "Despertar" [link]
Capítulo 9: "Promesa" [link]
Capítulo 10: "Traición y Deseo" [link]
Capítulo 11: "Falsas Verdades" Here
Capítulo 12: "Inaccesible" [link]
Capítulo 13: "Escombros" [link]

Epílogo: "El Derecho de vivir en Paz" [link]

Hetalia:
Inglaterra (Arthur Kirkland)/America (Alfred F. Jones)/Francia (Francis Bonnefoy)/Canada (Matthew Williams) © Hidekaz Himaruya.

Latinhetalia:
Chile (Manuel González)/Argentina (Martín Hernández) © ~Rowein
© 2012 - 2024 SteelMermaid
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NaruuTama's avatar
Patagonia.... *El corazon de Chile se criza*