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Falsa Traicion. Cap 13: Escombros

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Esa mañana fue víctima del frío. Estaba aún desnudo sobre una cama, sin nada que lo cubriera. Se miró, se sintió sucio, traidor… ¿Con qué miraría a Martín a la cara? ¿Cómo le diría que sus sentimientos jamás habían cambiado?

¿Con qué valor? ¿Con qué sentido?...

Recordó lo de la noche anterior… La respiración estridente de Arthur pasar a través de sus dientes rechinando, esas manos que parecían estar en todas partes al mismo tiempo… Y esos ojos…

Esos ojos verdes que nada tenían que ver con el verde que Chile amaba…

El verde siniestro se dibujaba en su memoria. Sabía que Kirkland buscaba algo cuando lo miraba. Más que el contacto y el acto carnal en sí, era la mirada. ¡Demonios! ¡Y esa mirada tenía que ser anglosajona! ¡Tan odiosamente inglesa!

Se aborreció por ser tan débil. El asco se apoderó de sus sentidos. Y volvió a ser dócil.

Volvió a llorar.

Debilidad, docilidad, quietud, calma… ¡Todo lo que nunca fue y siempre odió ser!

Y asco…

Asco de sí mismo, de estar allí, en la misma posición…

Quería ver a Martín pero al mismo tiempo… le daba demasiado miedo…

¿Qué podía hacer? ¿Qué diría?

¿Cómo iba a excusarse? No tenía pensado quedarse allí a esperar como los días pasaban y la angustia crecía cada día más en su pecho. No… eso sería demasiado después de…

De tantas cosas…

Fue directamente a la ducha, pasándose mil veces el jabón por todos lados. Suciedad, la mismísima personificada a la perfección. La escena se repetía, era la misma de hace 9 años cuando desesperado volvió a su casa y se duchó, buscando arrebatarse el recuerdo de las caricias norteamericanas y ahora…

Eran las británicas…

Cerró sus ojos resignado, viendo cómo la historia repetía y el protagonista de la odiosa película seguía siendo él…

Salió de la ducha y se vistió. Las prendas del uniforme militar estaban todas en el mismo lugar, juntas. Salió directamente hacia su casa, lejos de ese bar de mala muerte, buscando a quien más deseaba y le aterraba ver en ese momento.

...

Estaba en la casa de Manuel. La intriga por saber lo sucedido no le permitió seguir esperando a verlo. Sentado en la cama que lucía desordenada, con los codos apoyados en las rodillas, los segundos pasados en el reloj lo torturaban. Cada sonido del aparatito era un martirio.

¡Y encima qué incómodo resultaba el yeso! Necesitaba su brazo para hacer lo que debía hacer pero no. Tenía que verlo así, inútil apoyado en una tela que colgaba de su cuello. ¿Tan profundo había sido el disparo que recibió? Al parecer sí.

Pero más que el disparo, más que cualquier otra cosa… estaba demasiado confundido. ¿Qué había pasado con Chile? ¿Cómo podría reaccionar cuando lo viera? La situación era demasiado compleja, sus sentimientos se contradecían a cada segundo. La maravillosa idea de volver a verlo y la intriga por saber si Inglaterra había estado con él la noche en la que él luchaba contra los soldados británicos en tierras del sur del Atlántico. Esas que juró defender y proteger pero…

Frustración. Derrota. Una a cada lado, todas lo rodeaban.

Necesitaba salir de esa duda tan… tan… dolorosa…

Escuchó que la manilla se abrió y levantó la cabeza. Se le formó un nudo en el pecho que lo obligó a sonreír. Allí estaba… Y no supo qué hacer…

Ira… furia… rabia…

—¿Qué cresta estay haciendo aquí? —preguntó él. Sus ojos estaban rojos, parecía que estaba llorando.

Se miraron ya sin la chispa que los atraía de forma automática a abrazarse y acariciarse, decirse cuánto se necesitaban, se amaban…

Ya no había nada de eso.

El ángel ya no era un ángel…

—Quiero hablar con vos. —le contestó seco. El trato dolió. El corazón de Chile volvió a detenerse por un segundo, la sangre bajo su piel detuvo su viaje.

—Martín…

—Perdí la guerra… ¡La perdí por tu culpa! —¿Qué?

¿Qué sentido tenía eso?

¿Por qué lo decía…? ¡¿Por qué se lo sacaba en cara?!

—¡No digay hueás! ¡Yo no tengo la culpa de eso!

Las acusaciones no pudieron seguir esperando. El intercambio de palabras debía ser rápido, burlesco y sádico.

—¡Prometiste ayudarme! ¡Estar conmigo a pesar de todo! —se puso de pie sin poder seguir sentado en la cama— ¡Y ME TRAICIONASTE!

—¡¿Qué cresta queriai que hiciera hueón?! ¡No tenía opción!

—¿Entonces por qué carajo prometiste algo que no ibas a cumplir? ¡Desde un principio sabías las consecuencias y aún así dijiste que me apoyarías!

—¡Tú no eres la lealtad personificada tampoco! —dijo, recordando cierta conversación que había tenido con su superior.

—¿Qué estás diciendo?

—Te acordai la Patagonia, ¿verdad? ¡Me la quitaste cuando yo luchaba en el norte! ¿A eso llamai lealtad y valentía?

—La Patagonia estaba en discusión. ¡Vos al final accediste a dármela!

—¿Y creís que te la hubiese dado si no hubiera estado luchando con Perú y Bolivia en el norte?

—…

Silencio. Los gritos cesaron, ya no había nada que decir…

"Esto no está llegando a ningún lado…" pensaron.

—¡Tú mejor que nadie sabe lo que significa una dictadura! ¿Qué iba a hacer? ¿Obligar a mi gente a luchar? ¡No soy un hueón tan egoísta como para hacer eso!

—Lo prometiste…

—No sabía lo que estaba diciendo.

Quietud, y el aire era tan tenso que cualquiera de los dos podía cortarlo con un cuchillo.

Y Argentina no quiso seguir retrasando lo que le carcomía el corazón…

Debía ser fuerte ante esos ojos miel llorosos. A pesar de todo lo sádico de la escena, el deseo de sacar el dolor de su pecho era más fuerte…

Preguntarle sin rodeos…

—¿Te acostaste con él, verdad?

Chile se odió. ¡Se odió como nunca!

—¡Contestame!

Y otra vez las palabras no le salían. La voz estridente y acusadora de Martín fueron la última chispa que encendió su dolor, ese que con ver los ojos verdes de su vecino comenzaba a apaciguarse un poco…

Sólo un poco.

Pero al no haber respuesta sintió derrumbarse, que el cielo le caía sobre la espalda…

El silencio fue afirmación.

Hernández se quedó callado.

—No puedo creerlo… ¡Me traicionaste dos veces! ¡DOS VECES Y CON LA MISMA PERSONA!

—¡Era mi trabajo!

—¿Tu trabajo era acostarte con el británico ese? —ironía. Eso fue más poderoso que cualquier cosa. Suficiente trato había tenido ya con palabras sarcásticas— ¡Tu trabajo era apoyarme! ¡Cumplir tu promesa!

—¡Tenía que velar por mi gente! Pero…

—¡Pero nada! ¡NO TE CREO NADA! ¡SOS UN TRAIDOR MÁS IGUAL QUE ALFRED Y ARTHUR!

—¡Entiéndeme Martín!

—¡NO! ¡ME DIJISTE QUE ME AMABAS! —Y se permitió ser débil, llorando frente al causante de su dolor.

—¡Nunca te mentí con eso! ¡NUNCA! —Fue demasiado. Esas lágrimas argentinas invitaron a las chilenas a unirse a la batalla.

—¡SI LO HICISTE!

—¡NO! ¡¿Creís que yo ando diciéndole eso a todo el mundo por la vida hueón?! ¡Yo te amo! ¡TE AMO!

—Entonces… ¿Por qué me prometiste algo que luego no cumplirías…?—Y allí va de nuevo la misma pregunta que Chile no sabía cómo responder.

O sí lo sabe, pero le da miedo admitirlo frente a Argentina…

—No sabía que tendría que retractarme… ¡No sabía que sería Alfred quien me iba a amenazar!

—¡Yo te hubiese protegido!

Qué estupidez.

—¡Por favor Martín! ¡No digái hueás! ¡Estamos hablando de Estados Unidos!

La ira hacía que su lengua se soltara más de la cuenta. Sabía que decía tonterías pero…

—Pero no tenías que acostarte con Arthur…

Allí estaba la llaga, el epicentro del dolor…

—No tenía las fuerzas para negarme… No podía hacerlo… mi gente corría peligro…

—Eras vos lo que Kirkland buscaba desde un principio…

—Lo sé… Es por eso que no podía negarme. Por favor Martín… ¿Qué hubierai hecho tú en mi lugar?

No supo qué responder. ¿Lo hubiese apoyado también sabiendo el riesgo que corría su gente?

—¡¿Creís que no te hubiese dado mi apoyo como Uruguay o Perú si Inglaterra no hubiera estado obsesionado conmigo?!

—Aún así lo prometiste sabiendo que no lo harías… ¡Es eso lo que no me explico!

—No sigai con eso.

Otra vez ambos guardaron silencio.

La respuesta pidió salir sola de la boca chilena. La intriga del argentino la exigía a gritos, Chile lo sabía…

—¡Sigo porque quiero saber! —Gritó, dando a conocer su dolor—. ¿Por qué lo hiciste…? ¡Pudiste decirme que no desde el comienzo de toda esta mierda!

—Lo hice porque te amo…

No pudo soportarlo. Sus ojos lloraron con más fuerza buscando ser amparados por algo…

O alguien…

—Eso no es cierto. Nunca me amaste.

—Claro que sí.

—No. No mintás, no soy tan pelotudo como para creerte dos veces.

—¿Y tú me amas? —¿Qué era esa pregunta? ¡No era el momento para jugar a quién ama más al otro! Las lágrimas de ambas naciones no daban lugar a ese juego de amantes adolescentes…—Sé que tu palabra vale más que la mía, Martín…

—No lo sé…—¡Mentira!

—No mintái. Me lo prometiste…

Chile no pareció afectarse ante esa respuesta. De verdad que conocía demasiado bien a Argentina, sabía que no estaba diciendo la verdad.

Y el presentimiento aquel no tenía ni una pizca de falsedad. Hernández lo amaba aún, siempre lo haría…

Ese amor iba más allá de promesas banas que se hacen antes de una situación difícil.

Es más potente que cualquier engaño, que cualquier guerra…

Prevalecería entre escombros, nacería de las cenizas.

—Debo irme.

—Antes contéstame…

—¿Para qué?

—Para cerciorarme de que a pesar de todo seguís siendo el ser más perfecto y ahueonao del mundo…

—Manu…

Esas palabras no eran suyas. ¿Qué había sido cambiado de él? ¿Por qué estaba actuando así?

—Martín… dime que todavía me querís…

Demonios… todo se tornaba cada vez más complicado…

—No sé si te amo.

—¡No te creo hueón!

—Si sabés la respuesta, ¿para qué la querés escuchar?

—Siempre preguntando el "para qué". Sólo respóndeme… necesito saberlo… Convencerme de que la promesa que nos hicimos hace unos días sigue estando viva…

La verdad era que él también quería decirlo. Pero no en esa situación, no mientras lo mirara a los ojos brillantes y tristes que lo traicionaron…

Estaba demasiado dolido. La puñalada por la espalda dolía más que la herida en su brazo.

Mucho más…

—Por favor, Martín… Dímelo…

—…

Los ojos chilenos se cerraban, la boca se acercaba a la suya buscando algo...

Estaba buscando el perdón… el hecho de saberse protegido.

¡Quería sentir dentro de él que Martín lo iba a perdonar!

—Dime que me amas…

—No me pidás eso…

—¡Tú muchas veces me lo pediste en el pasado! ¡Ahora te lo pido yo!

Era cierto. ¿Cuántas veces Argentina intentó escuchar esa frase maravillosa en los dulces tonos chilenos? Perdió la cuenta.

—No es lo mismo.

Para Manuel lo era.

—Sí lo es… yo te sigo amando…

—No te creo.

—Martín… te necesito… Por favor, entiéndeme…

—Y vos entendeme a mí también. Acabo de perder una guerra en la que vos estás involucrado, sea directa o indirectamente. ¿Cómo querés que te lo diga luego de todo lo que ha pasado?

Pero Chile no parecía querer entender. Estaba cegado con el deseo de escuchar la condenada frase, ¡Sólo eso importaba!

—Te amo… jamás te olvidís de eso.

—Te amo… pase lo que pase, digan lo que digan… voy a amarte por siempre, para siempre...

Argentina no supo qué responder. La voz del chileno vibraba con dureza y sentimiento.

—Dime que siempre tendrás presente eso…

—Siempre Manu… Siempre…


"Prometí esto también…"

Promesas vivas, latentes…

—¿Lo tendrás presente, verdad?

Un círculo vicioso del que no podía ni quería escapar. A pesar de todo…

A pesar de todo Argentina…

—Adiós, Chile.

Y salió de la habitación sabiendo que los ojos color miel que lucían tan apenados y decepcionados de sí mismo se posaban en Argentina.

"Martín…"

Sólo esperaba que algún día lo perdonara.

Hernández se apoyó en la puerta de la habitación luego de cerrarla. Dio un suspiro sentido al aire.

Se cuestionó y martirizó por qué sólo no se lo dijo… Pero… Si lo hacía no sabía si estaba mintiendo o no…

Aunque sabía que la Guerra y el hecho de que Inglaterra hubiera estado con Chile no cambiarían sus sentimientos para con Manuel. ¿Cómo es que el chileno pudo haberlo hechizado con tanta fuerza? No lo sabía. Y se sentía demasiado humillado al saber perfectamente que no quería romper ese encanto.

Pasaría mucho tiempo antes de que pudiera perdonarlo. Era hora de preocuparse por su situación, por lo que la guerra había dejado.

Luego Chile.

Qué orden más falso.

Perdonar a Chile…

¿Por qué no? Si a pesar de todo nunca quiso traicionarlo… Si fue Inglaterra el causante de todo, el que debería pedir perdón realmente no era Chile, sino Reino Unido…

¡Ah! ¡Eran demasiadas cosas! Necesitaba tiempo… mucho tiempo. Ordenar las ideas no era algo que Argentina pudiera hacer de un segundo a otro.

Y ver así si es que el hecho de mantenerse alejado de él era más doloroso que la traición.

Que la Falsa Traición…

Pero lo cierto era y que en ningún momento pudo negar era el maldito hecho que lo obligaba a volver a abrir la puerta otra vez, colocar su mano temblorosa en la manilla y decirle que…

—Yo también te amo, Manu.

I·I·FIN·I·I
Este Fanfic tiene contenidos a cerca de política.

NOOOOOOOOOOOOOOO, NO ES EL FINAL xD aún no termina así que no me asesinen (?) falta el epílogo y estamos listos :3!

Es triste pensar que ésto ya está llegando a su fin u.u me había entusiasmado mucho con esta historia, apesar de que siento que está LEJOS de reflejar lo que quería hacer, pero le tengo especial aprecio de todas formas.

Esta cosa tendrá una especie de "intermedio". Sabemos que hubieron un par de años entre Chile y Argentina que fueron más tensos. ¿Qué pasó en esos años? Lo sabrán después. Por lo tanto, luego del epílogo, de alguna forma, esta historia seguirá inconclusa.

No queda más que agradecerle a todo el mundo que leyó esta cosa :3! es un honor gigantesco!

Nos estamos viendo!

Prólogo: "La supuesta Salvación" [link]
Capítulo 1: "La noticia, los recuerdos" [link]
Capítulo 2: "La demanda del reencuentro" [link]
Capítulo 3: "La decisión más difícil" [link]
Capítulo 4: "Jamás" [link]
Capítulo 5: "Rebeldía" [link]
Capítulo 6: "Un deseo Egoísta" [link]
Capítulo 7: "Intenciones de Cristal" [link]
Capítulo 8: "Despertar" [link]
Capítulo 9: "Promesa" [link]
Capítulo 10: "Traición y Deseo" [link]
Capítulo 11: "Falsas Verdades" [link]
Capítulo 12: "Inaccesible" [link]
Capítulo 13: "Escombros" Here
Epílogo: "El Derecho de vivir en Paz" [link]


Inglaterra (Arthur Kirkland) © Hidekaz Himaruya.
Chile (Manuel González)/Argentina (Martín Hernández) © ~Rowein
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Neleya93's avatar
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es hermoso ;//n//;