Limbo City - La Ciudadela de mis Pesadillas

Todos los humanos son considerados soñadores por naturaleza, es una característica esencial que cada uno posee, siempre imaginando paisajes, imágenes y escenas fantasiosas que añoramos experimentar en algún momento de nuestra corta vida.
La idea de vivir en un mundo de ensueño, es una meta que las personas deseamos alcanzar eventualmente, sin embargo, el escapar de un universo imaginario puede resultar ser un completo martirio.
Hace ya unos meses que me hallo en dicha situación, dando inicio por la ocurrencia de querer apartarme de todo tipo de sufrimiento que dañara mi persona, ya que, al haber experimentado a fondo las diversas anécdotas de temores y malas amistades, no tuve más alternativa que dejar todo atrás y comenzar nuevamente con una sonrisa en el rostro, ocultando lo acontecido sin pensarlo.
De cierta forma, podía sentir la armonía dentro de mi ser, los malos recuerdos no tenían por que agobiarme más. Era un nuevo principio; la idea de empezar un día con el presente y no con el pasado, me recuperaba los ánimos de proseguir con mi vida,  sin importar lo ocurrido.

Pasaron las horas y finalmente la puesta de la luna dio comienzo. Como consecuencia de la fatiga producida por la jornada escolar, opté por tomarme unos breves minutos para reflexionar silenciosamente acerca de lo sucedido en el transcurso del día. Estando ya recostado en mí cama, con las luces extintas en la oscuridad, dirigí ambos ojos al techo de mi habitación, sintiendo la somnolencia hasta el punto de caer dormido.
Momentos después, como era de esperarse, mi siesta había iniciado, colocándome como el protagonista de mi propio sueño. Inmediatamente pude percibir un frío intenso que rodeaba mi cuerpo de pies a cabeza; imaginando que me encontraba yaciendo en el hielo, mis piernas reaccionaron al instante con el objetivo de levantarme y evitar que mi temperatura continuara disminuyendo.
Ya en pie, me tomé unos segundos para tallarme los ojos y entender la situación que me tomó desprevenido. Para mi sorpresa, el lugar en el que me hallaba no sostenía ninguna relación con lo que yo creía, dado que al conducir la mirada al frente, logré toparme con una gama de edificios de diversos tamaños por donde quiera que mirase.
Lo curioso de la localidad, fue, sin duda, la apariencia que tenía, pues no había una sola porción de ella que no tuviera un color distinto al blanco. Toda la ciudad estaba cubierta de una brisa helada, dando a suponer que la urbe en sí, había sido enterrada en el tiempo por décadas.
Confundido ante lo que presenciaba, me dispuse a explorar mis alrededores, con la única finalidad de encontrar a alguien o algo. Desgraciadamente, la ciudad parecía ser un mismo bloque, repetido cientos y cientos de veces, un laberinto lleno de construcciones tenues y vacías.
A medida que mis pasos proseguían, mis dudas se incrementaban de igual forma. No sabía la razón de mi presencia, ni podía notar un objetivo claro, todo parecía estar hueco. Sin embargo, no había rastro de una salida en esta jaula, llevándome poco a poco al filo de la frustración.
Cada corredor, cada esquina, cada puerta, todo lucía igual por dondequiera que lo viese. Furioso, cerré ambos puños para estrellarlos violentamente con la pared delante de mí, gritando de forma desesperada, con un sentimiento de enfado:
-¡¿Qué es lo que ocurre con esta ciudad?! La vida no parece existir ¡Esto es un tormento!
En ese instante, un sonido irritante cruzó por mis oídos. Giré mi cabeza hacia ambos lados, pero no logré encontrar pista alguna que comprobase la existencia de dicho ruido. Suponiendo que todo fue parte de mi imaginación, me recosté en el suelo inerte para descansar de todo ello.
Tan pronto cerré los ojos, una bella serie de sonidos compuestos de manera similar a la de una nana, cambiaron mi expresión facial nuevamente. Una hermosa melodía comenzó a sonar a lo lejos de donde me encontraba. Hechizado por el sonar de las magníficas cuerdas, busqué sin más preámbulos la sede originaria de la maravillosa música que provocaba la reacción involuntaria de mi cuerpo.
Paso a paso, la magnitud de los acordes se incrementaba, mientras que la pieza se tornaba fina y elegante, dando una impresión perfecta del deleite auditivo. Los tonos, la fluidez, todo era digno de apreciarse; cargaba con una variedad de emociones, mismas que conseguían cautivarme completamente.
La búsqueda terminó, frente mío se ubicaba la edificación de la cual provenía el dulce sonar del Violín, un “Stradivarius” genuino a manos de un profesional, con el don de conmover a cualquiera. Después de rodear el edificio, pude darme cuenta de que no existía forma alguna de acceder a él. Misteriosamente, la música calló de repente…
-Hermosa sonata ¿No es cierto?
Asombrado, mi mirada se dirigió rápidamente a la cima del edificio, observando ni más ni menos que a un hombre parado en completo equilibrio sobre la punta del rascacielos. Vestía de traje negro, con un sombrero de copa obscuro y un par de guantes color blanco; en su rostro, un antifaz sofisticado le cubría los ojos, mientras que una capa de apariencia sombría le envolvía la espalda en su totalidad.
-Supongo que debo presentarme, muchacho. - dijo entretanto realizaba una reverencia, a la vez que se removía el sombrero de su cabeza.
Sin tomarle importancia a la altura, el extraño caballero comenzó a bajar lentamente desde la cima hasta donde yo me hallaba, ejecutando cada pisada con suma delicadeza, haciendo todo parecer como si estuviese bajando por una escalera de cristal; cada uno de sus movimientos tocando una superficie que a mis ojos, lucía invisible.
A tan solo unos metros de poder posicionarse delante de mí, dió un salto inesperado que, al hacer contacto con el suelo, soltó una corriente negativa, poseedora de tragedia y misterio. En seguida, sacudió sus ropas sencillamente y prosiguió a darme una bienvenida cordial:
-Saludos muchacho; es bueno encontrar a una persona que se atraiga por mi instrumento. A decir verdad, sus cuerdas me parecen la perfecta compañía para esta incomprensible ciudadela. - dijo, introduciéndose con un breve apretón de manos.
-La vida carece en este lugar, es por eso que a los visitantes hay que tratarles correctamente. Por cierto, se me conoce como “Misfortune”.
Curiosamente, su nombre se traduce al español como “Desgracia”, cosa que me impactó lo suficiente para dudar de esta persona.
-Dime muchacho ¿A que se debe tu visita?
-Sinceramente lo desconozco, nunca había venido con anterioridad. - contesté de manera insegura.
-Comprendo. Permíteme darte un paseo.
Durante unos breves minutos, permanecí merodeando por las calles al lado de este sujeto. Mientras caminábamos, la sensación negativa que me producía el estar con él, se incrementaba cada segundo. Sin poder continuar, decidí frenar mi paso para así, soltar todas mis dudas acerca de ésta ciudad.
-Este lugar… ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué objetivo se supone que debo cumplir? Y mas importante ¿Dónde está toda la demás gente?
-Haces muchas preguntas ¿lo sabes? Te diré algo muchacho, la respuesta a todo eso, está “aquí”.
-¿Aquí?
-Veo que no lo comprendes. Te lo demostrare, así que presta atención.
En ese momento, el misterioso hombre agarró con extrema suavidad el “arco” para poder balancearlo sobre las finas cuerdas del violín que colocaba en su cuello.
A medida que los acordes se manifestaban, la apariencia del ambiente empezó a cambiar de manera drástica; una capa de tensión me invadía por completo, a la vez que los edificios comenzaron a resonar atrozmente, quebrando las ventanas entre pequeñas porciones de vidrio.
Extrañamente, cada uno de los diminutos cristales, contenía la silueta de una persona distinta que representaba algo en mi vida, mis padres, mis amigos, mis compañeros, todos se encontraban ahí. Por unos segundos, aquel sentimiento de soledad que me provocaba este lugar, se desvaneció totalmente.
-Escucha muchacho, al igual que las cuerdas de mi “Stradivarius” representan los nervios de mi propio brazo, esta ciudad es una representación gráfica de tu mente, aquí es donde se plasman todas tus emociones y recuerdos; la única clave, es encontrarlos.
Cada cristal que tocaba el suelo, desplegaba al instante la apariencia de la persona que reflejaba. Al poder ver los rostros de mis seres queridos nuevamente, el sentimiento de separación se desvaneció por completo, siendo reemplazado totalmente por un aroma de paz y quietud en mi ser.
-¿Ahora comprendes lo que digo? Puede que este universo luzca vacío, pero es más elaborado de lo que tú crees. Como ya lo había mencionado, aquí se conservan todos tus recuerdos y emociones, siéntete en la libertad de experimentar con ellos.
Dicho y hecho, ocupé escasos minutos de mi tiempo para apreciar la hermosa fotografía presentada ante mis ojos. Toda la gente que en alguna ocasión consideré especial, se encontraba frente a mí, perfectamente sanos y rebosantes de alegría. No podía evitar sentirme de la misma forma; por un momento olvidé lo mucho que dependía de todos ellos para sentirme en completa armonía.
-Sin embargo… he venido a traer un poco de “mala suerte”.
Las frías palabras de Misfortune sirvieron como introducción para posicionar el “Stradivarius” sobre su cuello y proseguir con una nueva melodía. Sorpresivamente, tanto la actitud como sus movimientos, cambiaron de manera drástica, el resonar de las cuerdas era brusco y agudo, sin mencionar que llevaba una rapidez realmente sorprendente.
A mis oídos contemplaba la melodía de la muerte, una pieza que produce tragedia y alegría al ser escuchada, así es, indudablemente se trataba de la “Danse Macabre” compuesta por Saint-Saëns, causante del daño que presenciaba en el momento. En cada ocasión que el arco hacía contacto con el violín, producía una reacción espantosa sobre los reflejos de mis seres queridos, causándoles dolor y sufrimiento con cada nota echada al aire. La sangre brotaba por todos lados, cada acorde les producía un corte en la piel, dejando su cuerpo inservible a lo largo de la sonata. De un momento a otro, las paredes tenues de la ciudad se vieron inundadas por un color escarlata.
-¡¿Qué es lo que haz hecho?! - contesté furiosamente ante la espantosa situación que veían mis ojos.
-Cada uno es dueño de su mente, pero los pensamientos muchas veces pueden salirse de su alcance. Muchacho, tú optaste por olvidar el pasado, pero el pasado siempre te perseguirá aun que no lo desees. Los recuerdos son la prueba clave de ello, y al querer borrarlos, tú asesinas los sentimientos y escenas por las cuales viviste. En pocas palabras ¡tú fuiste el causante de pintar la ciudad de rojo!
-¿Pero qué estas diciendo? Lo único que buscaba era un nuevo inicio. ¡Mi intención nunca fue ésta!
-El pasado es todo lo que conoces, es una parte de ti de la cual no te puedes separar; al haber hecho esto, te has topado con un destino terrible. Ahora ¿por qué no disfrutamos de la sonata? Dancemos ante el espectáculo de la masacre, deleitándonos con los bellos gritos desesperados de ésta gente. “Soledad”, “Rechazo”, “Envidia”, “Temor” ¿no te parece hermosa esa combinación de palabras?
Soltando una fuerte carcajada, aumentó la velocidad de la melodía, junto con el baño de sangre.
-¡Para esto, Misfortune!
-Muchacho… tú preguntaste la razón de estar aquí ¿no es cierto? Te concederé el privilegio de saberlo antes de que tu tímpano se reviente. El limbo es el nombre dado a la eternidad que viven las personas que no son “puras” de alma, en pocas palabras, los verdaderos pecadores. Esta ciudad se basa en un concepto similar, es aquí donde los pensamientos cobran vida y te hacen sufrir en carne y hueso por las acciones erróneas que haz cometido. La gente buena no tiene lugar en este mundo, muchacho ¡para vivir, debes de conocer el sufrimiento eterno!
Tan pronto mencionó esas palabras, mis oídos comenzaron a sangrar horriblemente, drenando toda mi energía, lo que me ocasionó un desmayo inmediato encima del suelo helado, pudiendo ver únicamente la risa de éste sujeto mientras permanecía inerte como el resto de mis familiares y amigos.
Minutos después, abrí los ojos completamente para descubrir que me hallaba en el interior de mi cuarto, debajo de las cobijas de mi cama, sin rastro de sangre alguno. Todo estaba como antes, a excepción de un objeto que se encontraba colocado sobre mi escritorio.
Al acercarme a él, pude notar que se trataba de una carta, con un pequeño sello en forma de un antifaz; mi ritmo cardiaco se aceleró notablemente al leer el mensaje implícito en el papel.
“Bienvenido a esta inhabitada ciudad, donde metro por metro verás los cuerpos de toda la gente que has amado, querido, conocido y por conocer, siendo un mundo que no define vida ni muerte, un mundo sin escapatoria, el punto medio entre el mundo de los vivos, y los muertos, un limbo total.
Vuelve pronto, muchacho…”