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Una luz en la oscuridad Cap.11

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Ambas se adentraron en la cripta profanada. El interior era mucho más espacioso de lo que pensaban. De hecho, más que una cripta parecía una catacumba dado su tamaño. El ancho pasillo presentaba algunas bifurcaciones y, aunque parte de algunas paredes y el suelo estaban derruídos, aún se podía apreciar cierto interés en que el lugar no fuere un mero lugar de entierro más. Pequeños detalles en según qué sarcófagos y arcos moldeados se podían encontrar casualmente. La cazadora se acercó a apreciar el grabado de un ataúd pétreo que se encontraba curiosamente apoyado en una pared. Estaba en eso cuando un proyectil arcano lo hizo estallar. La cazadora quedó quieta por unos momentos y luego, lentamente, se volteó a ver a la arcanista, quien lanzaba proyectiles arcanos a todos los sarcófagos y vasijas que estaban en el pasillo. Notoriamente irritada, le lanzó una daga que le cortó un mechón de pelo. La arcanista se detuvo en seco, mientras se acariciaba el cabello en la parte donde había sido cortado.

—¿Por qué... hiciste... eso? —murmuró la arcanista.
—No vuelvas a destruir algo que esté examinando —contestó seria—. Eso es algo que me molesta mucho.

La cazadora se volteó y continuó su marcha por el pasillo, pero intuyó algo y se lanzó al suelo, justo a tiempo para evitar una bola de energía mágica que pasó sobre su cabeza. Le dio una mirada furiosa a la arcanista, quien estaba de pie con una esfera de poder arcano puro contenido sobre su palma izquierda.

—No te vuelvas a meter con mi cabello —susurró furibunda la arcanista—. O este lugar será también tu tumba.
—¿Quieres comprobarlo?
—No. Lo que me importa es llegar donde la Estrella Caída. Nada ni nadie me lo impedirá, y eso te incluye a tí.

Diciendo eso comenzó a avanzar. Pasó al lado de la cazadora, mientras ésta se incorporaba con cautela. Ante la ausencia de movimientos hostiles, continuó la marcha junto a ella.

Unos leves lamentos hacían eco más adelante. Al poco de avanzar vieron un grupo de figuras fantasmagóricas que se lanzaron sobre ellas nada más percatarse de su presencia. La arcanista lanzó un par de proyectiles arcanos potenciados mientras la cazadora usó sus flechas famélicas. Los espíritus se desvanecieron al recibir los impactos, dejando nuevamente el lugar en silencio.

—No creí que tus flechas fueran capaces de afectarles.
—Nuestro entrenamiento nos permite enfrentar todas las formas de corrupcíón.

Continuaron avanzando, eliminando en el camino a varios grupos de muertos voraces, murciélagos carroñeros y fantasmas. Un par de grotescos igualmente cooperaron en la matanza con sus explosiones póstumas.

Luego de avanzar un poco más se vieron emboscadas por un grupo de esqueletos que aparecieron reventando una de las baldosas del piso. Aprovechando su cercanía, la arcanista hizo detonar un par de orbes arcanos sin darles tiempo siquiera a reaccionar. Mientras, la cazadora esquivaba los cuchillos que le lanzaban un par de asesinos fantasmales para finalmente devolverles su propio par de dagas, consiguiendo que sus oponentes se desvanecieran en el aire al ser empalados.

Siguieron recorriendo los pasillos hasta que llegaron a una intersección abierta. En el centro había una gran cantidad de esqueletos. La cazadora calibró su ballesta antes de usar su disparo rápido sobre la masa ósea. La arcanista no quiso arruinarle la diversión esta vez, por lo que sólo usó sus proyectiles arcanos. Estaban en eso cuando sintieron un crujido detrás de ellas. Al voltearse vieron a tres esqueletos armados con espadas. Ambas saltaron hacia los lados, lanzando una daga una y un proyectil mágico la otra, destrozando los cráneos de dos de los no muertos. Antes de que lanzaran otro ataque, tres esqueletos comenzaron a materializarse debido a un aura oscura que provenía del grupo. La arcanista, al observar mejor, advirtió que habían tres guardatumbas entre los esqueletos, y que eran éstos los que conjuraban los nuevos enemigos.

—Vamos. Hay que encargarse del grupo del medio —ordenó la arcanista.
—Tú ocúpate de la masa. Yo los entretengo —contestó la cazadora.

Ésta comenzó a correr inmediatamente en derredor, disparando sus saetas. La arcanista en tanto, a sabiendas de que sus proyectiles potenciados podían eliminar un esqueleto de un golpe, los lanzó selectivamente para poder abrir un espacio libre hacia los guardatumbas. Éstos continuaban conjurando nuevos esqueletos, pero la cazadora se encargaba rápidamente de ellos y de algún otro que se alejaba del grupo mayor. El número de enemigos disminuía notablemente y, en cuanto hubo un espacio abierto, uno de los guardatumbas le lanzó una bola de poder mágico a la arcanista. Ésta se molestó por el reducido tamaño y la calmosa velocidad del proyectil.

—¡Así es cómo se lanza un proyectil arcano!

Conjuró entonces un orbe arcano que lanzó hacia la apertura. Éste colisionó con el proyectil del guardatumbas, absorviéndolo en su rotación. La detonación dio directo en el objetivo, quien soltó un alarido espectral al esfumarse el poder oscuro que lo mantenía con vida. La explosión acabó además con cinco esqueletos más, dejando al descubierto a los otros dos guardatumbas. «¡Ahora!» exclamó la arcanista, al tiempo que lanzaba dos orbes más a los conjuradores, quienes no pudieron evitar su destrucción ante tamaño estallido simultáneo. Los pocos esqueletos restantes fueron eliminados rápidamente, dejando el lugar cubierto de trozos de huesos de diversos tamaños.

—¡La tumba espera! —gritó la arcanista mientras le daba una patada a un cráneo.

Éste dio bote por el pasillo y rodó por un buen rato antes de detenerse, aún intacto. La muchacha se molestó un poco. Quería ver cómo el cráneo estallaba en pedazos, así que se dirigió hacia él.

—¿Adónde vas? —le inquirió la cazadora.
—Creo que aún no hemos pasado por aquí.

Aunque era verdad, su verdadera intención era jugar un poco más con ese cráneo. Pensaba patearlo una vez más y reventarlo en el aire con un proyectil mágico, pero al llegar hasta él vio al frente una enorme sala con una sola vasija al medio. Se le ocurrió otra idea y volvió a patear el cráneo, esta vez en dirección al recipiente.

—¿Y ahora qué estás haciendo?

La calavera dio directo en el jarrón, despedazándose con el impacto.

—¡Siiii, se rompió!
—No es momento de jugar. Tenemos que...

Las puertas tras de ellas se cerraron repentinamente, al tiempo que la vasija se elevaba en el aire con un aura azulina alrededor.

—No me lo creo. ¿Activé una trampa así?
—No te gusta la quietud, ¿verdad?

Parte del aura se separó del jarrón y se dirigió a cuatro puntos en el suelo. El empedrado se agrietó en esas zonas, comenzando a emerger esqueletos de aquellos lugares. Apenas alcanzaron a poner un pie en la superficie cuando terminaron cayendo de espaldas por los ataques de las aventureras.

—Decepcionante —comentó la arcanista.

Las grietas se agrandaron, dejando salir dos esqueletos desde cada uno de los puntos. No tardaron en caer. Otra rotura más y salieron tres de cada punto. Ahora ambas muchachas comenzaban a utilizar su velocidad de ataque normal. Pronto, numerosas baldosas comenzaron a estallar y una horda de esqueletos surgía sin cesar desde los agujeros.

—Debemos destruir ese jarrón —sugirió la cazadora.
—No consigo acertarle. Hay demasiados esqueletos alrededor.
—Abre camino entonces.

La arcanista lanzó un par de orbes arcanos cuya detonación acabó con varios esqueletos. La cazadora corrió hacia la apertura pero, al haber más enemigos en medio, usó su disparo rápido para abrir un paso por el que la arcanista avanzó hasta llegar al jarrón. En cuanto subió al altillo en dónde se encontraba, lo impactó con un orbe arcano. Sin embargo, a pesar de la potencia del ataque, la vasija resistió como si nada.

—No puede ser...
—¡Déjame a mí!

La cazadora le lanzó un par de dagas mientras corría donde su compañera. Las hojas rebotaron en el cántaro, por lo que la cazadora usó su disparo rápido a quemarropa. Todas las saetas rebotaron sin conseguir dañar el jarrón, que era protegido por el aura que lo envolvía.

—¿Y ahora qué?
—Sólo nos queda resistir.
—Supongo. Esta magia se agotará en algún momento.

Miraron alrededor y se vieron completamente rodeadas. Juntando espalda contra espalda, ambas aventureras usaron sus ataques para repeler a la horda esquelética que se aproximaba a ellas. La cazadora se separó y dio una vuelta alrededor del altillo dispersando abrojos por las escaleras para luego volver al centro.

—Creo que puedo ralentizarlos más, pero necesito un poco de tiempo —le dijo a su compañera.
—Veré que puedo hacer...

El número de esqueletos era tal que sin importar donde la arcanista lanzara un conjuro éste acertaría, por lo que cargó sus manos con estática y lanzó descargas pulsátiles en todas direcciones, tan rápido como podía. A pesar de su movimiento aleatorio, el hecho de que fueran tres aceleraba un poco las cosas, aunque no lo suficiente. Los esqueletos ya habían pisado las trampas y, si bien ralentizados, se acercaban peligrosamente.

—No es por ponerte presión, pero, ¿te falta mucho?
—Ya casi...

La cazadora terminó de ajustar las últimas saetas con un hilo delgado para luego insertarlas en su ballesta.

—Listo.

Disparó su ballesta al esqueleto más cercano y la saeta consiguió una cadena de presos al enredar a cuatro de ellos. Siguió disparando en derredor ralentizando a todos los objetivos de la vanguardia, entorpeciendo a su vez a los que estaban más atrás.

—Genial, ahora dame a mí unos segundos.
—¿Eh?

La arcanista cerró los ojos y juntó sus manos, concentrándose. Un aura eléctrica rodeó sus palmas para unos segundos después lanzar tres descargas. Aunque su número no había aumentado, sí parecía haberlo hecho su voltaje, ya que ahora emitían un aura de un celeste más profundo. La primera ronda no pareció causar un daño mayor a los objetivos al golpearlos, pero con la segunda unas explosiones de electricidad surgieron de los esqueletos afectados, aturdiendo a los más cercanos. Con el ataque continuo, numerosas detonaciones surgieron en toda el área despedazando los restos óseos y haciéndolos saltar por los aires al compás de las descargas explosivas.
Sin embargo, a pesar del mayor número de ralentizados y de las abundantes detonaciones, los no muertos seguían avanzando. En un último intento, la arcanista lanzó tres orbes arcanos mientras que la cazadora usó su disparo rápido para finiquitar a los enemigos que las acosaban. No obstante, a pesar de que esos ataques acabaron con un gran número de oponentes, seguían apareciendo más, por lo que pronto se vieron acorraladas nuevamente. Volvieron a las descargas y los tiros enredantes, pero los esqueletos se acercaban cada vez más.

—Tengo una idea... —susurró la arcanista.
—¿Sí? Pues adelante. No hay mucho tiempo.
—Salta lo más alto que puedas cuando te diga.
—¿Eh?

La arcanista volvió a cerrar los ojos y se arrodilló, concentrando la mayor cantidad de energía que pudiera reunir en sus manos. Pasados unos segundos, y con los guerreros esqueléticos casi tocándolas, abrió los ojos.

—¡Ahora!

La cazadora saltó en su sitio flexionando las piernas. La arcanista saltó más alto, impulsada por el poder arcano. Levantó ambos brazos antes de bajarlos con ímpetu durante la caída, liberando todo el poder como una onda expansiva. El suelo vibró con fuerza, liberando todo el polvo acumulado por décadas, al tiempo que los esqueletos impactados por la onda de energía salían despedidos hacia atrás con una fuerza tal que destrozó sus huesos. De golpe, una gran área alrededor de las aventureras había quedado libre de enemigos.

—Tu turno... —susurró la arcanista, agotada por el esfuerzo realizado.

La cazadora le sonrió y luego procedió a disparar sus flechas enredantes a los enemigos restantes, para luego calibrar rápidamente su ballesta e iniciar su disparo rápido, con el cual acabó con los últimos esqueletos que quedaban.

Ambas aventureras miraron el jarrón y vieron que el aura que la rodeaba y protegía ya no estaba. La cazadora apuntó su ballesta hacia ella y jaló el gatillo al tiempo que la arcanista le lanzaba un proyectil arcano. El jarrón estalló liberando la poca aura que le quedaba, dejando caer una gran cantidad de monedas de oro junto con varios objetos.

—Pues al menos parece que valió la pena el esfuerzo —comentó la arcanista, con un dejo de sonrisa en su rostro.
—Sí, aunque nos hemos retrasado bastante. Veamos que hay.

La arcanista recogió las monedas y le tiró un arma en la cara a la cazadora, pero ésta la recogió al vuelo. Abrió los ojos con sorpresa al ver que era un lanzaestacas.

—Supongo que con eso ahora podrás lanzar tus flechas más rápido, ¿no?

La cazadora no respondió, sino que se dedicó a revisar su nueva arma y ajustarla según sus necesidades. La arcanista siguió hurgando entre los objetos hasta que la cazadora terminó de adaptar su lanzaestacas.

—¿Hay algo más? —preguntó a la taumaturga.
—Pues sí, supongo que esta brigantina te podría servir a tí.
—¿Qué hay de tí?
—No mucho. Sólo un par de guantes de piel y un cinturón de cuero.
—Ya no te aproblema tanto usarlos, ¿no?
—... Sinceramente, aún no me gusta, pero supongo que no tengo elección si quiero continuar.

La arcanista se puso los guantes y el cinturón luego de sacudirlos por un buen rato y asegurarse que no hubiera insectos o algo raro dentro. En tanto, la cazadora cambió su jubón de cuero por la nueva brigantina. Ahora tenía protegida una parte mayor de su torso. Además, el cuero con el que estaba fabricado era más grueso. Luego de unas últimas comprobaciones, se reunió con su compañera, quien había amarrado unos pergaminos al cinturón.

—¿Y eso? ¿Es para lanzar conjuros más rápido?
—No exactamente. Es sólo porque así no se dañarán tanto, además que me quedan más al alcance si encontrarmos un claro tranquilo y me entran ganas de leer.
—Difícil veo que hallemos tranquilidad mientras estemos aquí... Mejor vamos por la corona.
—Claro, revisemos este pasillo.

Las aventureras avanzaron por el pasadizo, eliminando unos cuantos muertos voraces por el camino. Durante un buen trecho no hubo bifurcaciones ni intersecciones, hasta que al final de él encontraron unas escaleras de bajada. Descendieron hasta encontrar otro pasillo, aunque éste estaba mejor adornado.

—Parece la tumba de un canciller —manifestó la arcanista—. La corona se encuentra cerca.
—También lo creo —asintió la cazadora.
Registrando la vieja cripta.


Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída

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Acto 2: Mentiras en el Desierto




Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
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