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Una luz en la oscuridad Cap.15

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—Díganme, ¿por qué han venido a este lugar infernal? —preguntó el guerrero mientras se enfrentaba sólo con sus puños a un grupo de esqueletos.
—¿No estás siendo un poco soberbio dada tu condición? —lo cuestionó la arcanista, algo molesta por el tono de la pregunta.
—Debemos eliminar al Rey Esqueleto —respondió desde la retaguardia la cazadora, mientras disparaba sus saetas.

El guerrero conseguía fracturar algunos cráneos con sus golpes de puño al tiempo que usaba sus propios grilletes para defenderse de los ataques con espada. Con el apoyo de las aventureras, el grupo de esqueletos rápidamente fue abatido. El guerrero continuó avanzando por el pasillo hasta que llegó al boquete creado por la estrella caída.

—Los cultistas me arrastraron frente a este foso resplandesciente. ¿Qué lo creó? —preguntó mientras rodeaba el inmenso cráter.
—Eso es lo que deseamos averiguar —respondió la arcanista desde atrás.

Un grupo de cultistas se apareció desde un pasillo lateral. El guerrero, al verlos, corrió hacia ellos. Éstos se detuvieron y lo miraron sorprendidos.

Guerrero: ¡Por aquí! ¡Ahí están mis armas!
Arcanista: ¿Pero por qué no las recoges antes de atacarlos?
Cultista oscuro: ¡Está libre! ¡No lo dejen armarse!
Cazadora: Como si eso fuese a hacer una diferencia.

El guerrero cargó contra ellos, embistiendo a uno antes de lanzarle numerosos puñetazos. El cultista retrocedió aturdido, pero sólo para recibir un virote en la frente. Cuando éste cayó, el guerrero miró a su alrededor en busca del siguiente oponente, pero sólo encontró sus cuerpos inertes dispersos por el suelo. Electrocutados unos, con varias saetas el resto. Sin más oponentes que enfrentar, se dirigió hacia un cofre cercano y lo abrió de una patada. Éste volteó y de él cayeron varias partes de armadura y una lanza. Comprobó que estaba todo lo que buscaba y se comenzó a desvestir. El estallido potente de un proyectil mágico en la espalda lo hizo dar una voltereta en el aire antes de caer semiaturdido.

—¡No te desnudes delante de nosotras, depravado! —le gritó la arcanista.

Ésta se dio media vuelta, avergonzada, y comenzó a registrar los cadáveres. El guerrero se puso de pie y se colocó la coraza y los pantalones, pero no pudo equiparse los brazales pues los grilletes se lo impedían. Sintió un golpecito en su cabeza y luego el tintinear de una llave en el suelo. Aliviado, se liberó de los hierros y terminó de equiparse. La cazadora, quien ahora se encontraba ajustando su ballesta y revisando sus implementos mientras miraba de reojo, se la había lanzado luego de hallarla en el cadáver de uno de los cultistas.

—Soy Kormac, guerrero de la orden templaria —proclamó el guerrero luego de ponerse su armadura—. Si desean llegar hasta el Rey Esqueleto, deberán vencer a Jondar antes de seguir. No veo razón que nos impida cazar juntos.
—Me da igual quién se interponga —replicó la cazadora—. El Rey Esqueleto caerá de todas formas.
—Bueno, supongo que una lanza valiente a mi lado podría servir —asintió la arcanista, que volvía de registrar a los cultistas.
—Uhhh, ¿andabas buscando a un valiente con una buena lanza? —ironizó su compañera.
—¡¿QUEEEE?!

Una serie de proyectiles mágicos estallaron en la pared al esquivarlos la cazadora con una acrobacia. Lanzó un tiro enredante a los pies de la arcanista al aterrizar.

—Perdona, supongo que escuché mal —dijo calma—. Vamos, Kormac.

La arcanista congeló el delgado hilo para después romperlo. Miró enfadada a su compañera, mas ésta no le hizo caso y continuó su camino.

—Es de mala educación no presentarse ante alguien que sí lo ha hecho —expresó el guerrero.

La cazadora se detuvo un momento y miró por sobre el hombro al templario antes de responder.

—Mi nombre... es Alice.

La arcanista dio un suspiro y cerró los ojos para tranquilizarse. Luego de eso contestó seria.

—Llámame Natasha.
—¿Natasha? Por tus rasgos pensé que venías de Xiansai —inquirió la cazadora, extrañada.
—Me gusta ese nombre.
—¿Pero cuál es tu verdadero nombre?
—¿Qué importa? Me puedo llamar como quiera. A fin de cuentas, es MI nombre.

La arcanista no quiso perder más tiempo y se adelantó. El templario en tanto se acercó a la cazadora.

—¿No se conocían de antes acaso? —preguntó.
—Nos encontramos en Nueva Tristram y dio la casualidad que nuestros objetivos coincidían. Es por eso que hemos estado juntas últimamente.
—Ni siquiera se sabían sus nombres. ¿Nunca se lo preguntaron durante el camino?
—Sólo nos preocupaba nuestro objetivo. Creo que debes saber de eso, templario.

La cazadora reinició la marcha mientras Kormac hizo girar su lanza alrededor para comprobar su estado. Luego de eso siguió a su nueva compañeravvvvvvvvvvvvvvvv.

La arcanista, en tanto, estaba batallando con un grupo de esqueletos. Como su número no era muy alto, numerosas descargas de electricidad se movían por doquier. Con una saeta incrustada en el cráneo de uno de los enemigos la cazadora hizo notar su aparición. Ante esto la arcanista hizo estallar un orbe arcano, despedazando a los debilitados oponentes.

—¿Y por qué no habías hecho eso desde el principio? —preguntó Alice.
—Quería controlar mejor el relámpago —respondió Natasha—. Pero dado que llegaron, se me acabó el tiempo para practicar.
—Bien. Entonces en marcha.
—El Rey Esqueleto no morirá de viejo.
—Tú sí que eres rara. Cambias de apurada a serena y viceversa con una extraña rapidez.
—Ah, como sea. Vamos.
—¿Estas dos mujeres siempre se están peleando? ¿Cómo es que son capaces de luchar juntas? —murmuró el templario mientras las seguía.

Encontraron varios grupos de esqueletos en el camino. Kormac apenas era capaz de darle un par de golpes a uno antes de que el grupo entero fuera aniquilado por los poderosos ataques de las aventureras. Avanzaron por un largo pasillo hasta llegar a unas escaleras cubiertas por una enorme cantidad de enormes púas.

—Magia negra cierra el camino... —manifestó Kormac.
—Eso no es problema —respondió Natasha, mientras cargaba un orbe arcano.

El templario se apresuró a correr hacia los pinchos. Dio un salto con su lanza en alto mientras gritaba «¡Pero la voluntad templaria es más fuerte!». Clavó su arma en la acumulación de púas, desarmándolas y haciéndolas desaparecer.

—Vamos —alentó Kormac—. El mal no está lejos.

El templario bajó las escaleras mientras las muchachas se quedaron mirando.

Natasha: Parece que se sentía un poco mal por no poder hacer nada.
Alice: Claro. Apenas si alcanza a llegar donde el oponente antes que lo eliminemos.
Natasha: Me dio pena. El próximo se lo dejamos a él. ¿Vale?
Alice: Tu generosidad me conmueve...

Bajaron las escaleras, a tiempo para ver al oponente al cual se refería el templario.

Kormac: ¡Eras un templario, Jondar! ¿Cómo pudiste rendirte al Aquelarre?
Jondar: ¡El Aquelarre ahora es mi orden, Kormac! ¡Los amos a los que servimos pronto reinarán!
Natasha: ¡Pues tendrán que reinar en los infiernos!
Alice: Supongo que habrá que enviarlos de vuelta...

El templario oscuro estaba al mando de un grupo de esqueletos, al cual se enfrentaba Kormac. Las aventureras rápidamente se deshicieron de tres de ellos para luego concentrar su ataque en Jondar. Éste, sin embargo, no se amilanó y liberó una descarga venenosa en todas direcciones. Alejadas como estaban, las muchachas no tuvieron problemas en esquivarla. No así Kormac, quien estaba dándole el golpe final al último de los esqueletos. Aún así, resistió el ataque venenoso y se lanzó contra el templario oscuro. Éste soltó una carcajada mientras conjuraba rápidamente tres siervos esqueléticos más.

Alice: Nosotros nos encargamos de él. Mantén a raya a los esqueletos.
Kormac: ¡No! Jondar es mi responsabilidad. Yo debo hacer que pague por sus pecados.
Alice: Como prefieras...

Luego de un par de proyectiles mágicos y una cuantas saetas, Jondar nuevamente había quedado solo.

Natasha: Entonces, ¿nos quedamos mirando o qué?
Alice: No sé tú, pero no soy de quedarme quieta.
Natasha: Ni yo.

Un tiro enredante entorpeció los pasos del templario oscuro mientras un par de proyectiles mágicos lo hicieron perder el equilibrio. Kormac seguía atacándolo con su lanza, pero no conseguía hacer gran daño por la pesada armadura de su oponente. Éste liberó una nueva onda de veneno antes de volver a conjurar esqueletos.

Natasha: Bueno, al menos hace lo posible para que pasemos el rato.

Jondar luchaba con fiereza, pero sus esbirros esqueléticos no duraban mucho y Kormac se le pegaba sin dejar de atacarlo por más que tratara de cambiar de posición. Pronto se añadió el rayo gélido de la arcanista y el disparo rápido de la cazadora, que tuvieron que interrumpir a los pocos momentos al ponerse en medio el templario.

Natasha: Si éste va a actuar igual que el capitán ese de Tristram, terminaré matándolo yo.
Alice: No creo que sea necesario. Además, es un alma valiente. Sería un desperdicio hacerlo.

El templario oscuro bloqueó un par de estocadas con su escudo antes de lanzar la suya propia. La hoja impactó el brazo izquierdo de Kormac, lo que no impidió a éste lanzar un ataque a la apertura que había creado su enemigo. Jondar fue levantado con el golpe de lanza, que consiguió perforar su abdomen. Se estrelló contra la pared que tenía detrás antes de caer de rodillas.

—Te pido disculpas —murmuró mientras jadeaba por el dolor—. La magia vil del Aquelarre me nublaba la vista...

Kormac avanzó decidido y orgulloso hacia él.

—La traición nunca se perdona —respondió antes de clavar su lanza en la cabeza del templario oscuro.

La arcanista hizo una mueca ante el acto del templario. La cazadora miraba impasible, pero luego se dirigió a su compañera.

—¿Te molestó lo que hizo?
—No sé. Me pareció un poco... brutal.
—¿Qué harías ante una traición?
—Yo... hmmm... si me traicionaras... Creo que te congelaría antes de hacerte estallar en pedazos con un par de orbes arcanos.
—¿Y eso te parece más civilizado?
—Al menos no se derrama sangre.

El templario se acercó a las muchachas, quienes aún conversaban entre ellas, luego de limpiar su lanza con un par de rápidas estocadas.

Kormac: Gracias por ayudarme. Las acompañaré en su cruzada contra el Rey Esqueleto, pero tengo una condición.
Natasha: ¿Eh? No recuerdo haberte aceptado aún.
Alice: Nos vendrá bien su ayuda.
Natasha: ¿Uh? ¿Estás interesada en él?
Alice: La verdad pensaba que te interesaba a tí.
Natasha: ¡Hey!
Kormac: Ehhhh, si encontramos los tomos sagrados de mi orden, son míos.
Alice: Muy bien. No necesito ningún libro.
Natasha: De acuerdo. Aunque no me molestaría darles una mirada...
Kormac: Entonces vamos a enfrentar al Rey Esqueleto.

El templario se dirigió hacia las escaleras de bajada y de un golpe deshizo la conglomeración de púas que la cubrían para luego descender al nivel inferior.

Natasha: Viene recién incorporándose al grupo y ya se cree líder.
Alice: Hombres...
La razón del guerrero para luchar.


Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída

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Acto 2: Mentiras en el Desierto




Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
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