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Una luz en la oscuridad Cap.28

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El interior del templo era muy diferente de lo que esperaban. Luego de entrar a esas cuevas en busca de los fanales, pensaron que esto sería similar, pero para su sorpresa se encontraron con un lugar bastante más elaborado. Las baldosas de piedra en el suelo, cuidadosamente ordenadas, se encontraban en muy buen estado. Llamas en los braseros de metal a los costados ardían ininterrumpidamente junto a las flamas sobre algunas columnas de piedra, tiñendo de naranja con su luz los alrededores.

—¡Mira esta arquitectura! ¡Data de antes de La Guerra del Pecado! —exclamó Leah, sorprendida ante la cuidada edificación.
—Yo puedo enseñarte más del pecado... —susurró Lyndon.
—No, gracias. —respondió la muchacha, algo molesta por el ofrecimiento.
—¿Qué más sabes de este templo, Leah? —preguntó la cazadora, más para cambiar el tema que por curiosidad.
—El Templo Anegado antes era conocido como el Sarceum Emporis. El más sagrado de sus templos. Según la leyenda, un lugar donde los ángeles habrían de impartir su sabiduría a los nefalem.
—Interesante —comentó Natasha—. Me pregunto si aún quedará algo de esa sabiduría por aquí.
—Pues, por el estado del templo ahí delante, no creo que haya mucho —manifestó el truhán.

Ciertamente, la entrada al templo se encontraba en perfecto estado. Sin embargo, la siguiente sección, que se encontraba un nivel más abajo, no se encontraba en igual condición. En donde antes había un puente colgante de piedra, ahora había uno de madera, improvisado a juzgar por su torpe construcción y su deplorable estado. Desde donde estaban se podía ver el porqué del nombre del templo: La siguiente zona quedaba justo bajo una cascada, lo que hacía que el agua cubriera todo el lugar, a excepción de un balcón sobre pilares que se construyó ligeramente más alto.

—Me sorprende que no hayas venido siquiera a dar un vistazo antes, Leah —comentó la arcanista.
—Francamente no esperaba hallar más que ruinas. Y como había leído que el acceso se había derrumbado por el tiempo ni siquiera hice el intento —contestó la muchacha.
—Y tampoco creías en la existencia de Alaric, ¿cierto?
—Es verdad. Mucho de lo que aprendí con el tío lo tomé como simples historias fantásticas... pero veo que tiene más de cierto de lo que pensaba.
—¿Y quién le habrá puesto el nombre de Templo Anegado si nadie había entrado antes?
—No lo sé. Sea quien fuere, quizás se guió simplemente por las pequeñas cascadas al costado de la entrada.
—Probablemente.

Desde detrás de los pilares aparecieron las delgadas figuras de varios esqueletos retornados. Lentamente procedieron a dispersarse por la zona. Algunos de ellos se acercaron al puente, como esperándolos.

—¡Mi pueblo los reta! —desafió a los aventureros un invocador retornado.
—Esto es fácil. Yo me encargo —dijo confiada la arcanista.
—Sólo trata de no derribar el puente. ¿De acuerdo? —advirtió la cazadora.
—Descuida —respondió sonriente—. Sólo verás volar a esos muertos raquíticos.

La taumaturga corrió por el enclenque puente de madera, el cual se sacudió a su paso. Desenvainó su espada y, canalizando su poder a través de ella, lanzó un orbe arcano al grupo de esqueletos. Tres de ellos fueron destrozados por la explosión mientras que otros tantos retrocedieron por el impacto. Natasha llegó al otro lado y, con veloces movimientos de su arma, conjuró varios filos espectrales que cortaron limpiamente los huesos de sus oponentes, cayendo éstos en pedazos, desapareciendo bajo las aguas. Una vez se vio rodeada, dio un gran salto y clavó su espada en el piso al caer, liberando una potente onda expansiva que destrozó a la mayoría de los esqueletos y arrojó al resto al barranco. El agua misma fue expulsada del templo por unos momentos, antes que la corriente de la cascada volviera a cubrir el suelo de piedra.

—¿Qué les pareció? El usar la espada en el ataque final lo hace ver más poderoso, ¿no? —comentó Natasha, orgullosa del resultado.
—Pues, no creo que la punta de la espada mantenga el filo por mucho, pero para tí está bien —respondió su compañera.

Los demás aventureros cruzaron el puente uno a uno para no arriesgarse a romperlo. En eso, una espectral voz surgió desde la cascada:

—¡Nadie entrará al santuario interior!


Un esqueleto armado con una enorme hacha de dos manos y protegido por una armadura se dirigía hacia ellos. El templario cargó hacia él para golpear primero, pero dos flechas pasaron a su lado y se clavaron en la coraza del nefalem ancestral. Éste detuvo la carga del guerrero con un potente golpe de hacha que dio en su escudo. Inmediatamente después de recuperarse del impacto, Kormac dio una estocada con su lanza, pero el filo de ésta no perforó más que un par de milímetros la resistente protección de la armadura del campeador. Alice comenzó a disparar sus flechas famélicas ligeramente desviadas para evitar herir al templario, usando el odio imbuido en ellas para dar en el blanco igualmente. Natasha, en tanto, corrió hacia los guerreros que seguían luchando, ajenos a su alrededor. Al pasar cerca de ellos, conjuró numerosos filos espectrales que, aunque potentes, no fueron suficientes para cortar ni los huesos ni la armadura del retornado. La arcanista retrocedió unos pasos antes de lanzar su rayo gélido en la espalda de su oponente. Bastante ocupado estaba éste con los ataques incesantes de Kormac, por lo que no podía hacer nada para detenerla. Alice, en tanto, buscó un ángulo mejor para lanzarle un par de dagas mientras Leah y Lyndon hacían lo suyo con sus saetas. El impacto de la segunda hoja hizo retroceder al retornado, que bajó su arma. El templario aprovechó el momento de debilidad para clavarle su lanza en el cráneo, pero sólo lo echó hacia atrás, sin perforarlo. El campeador entonces levantó su arma y comenzó a dar vueltas repentinamente. Levantando su escudo heráldico, Kormac aguantó los repetidos golpes, aunque no pudo evitar retroceder medio metro por la potencia de éstos.

—¡De pie, hermanos! ¡Levántense y luchen! —aulló con voz sepulcral el retornado, sin parar de girar.

Tres relámpagos surgieron desde él e impactaron otras tantas tumbas, liberando éstas un brillo azulino. Poco después se formaron tres guerreros esqueléticos enfrente de las lápidas, mientras el campeador se deshacía y el arma salía disparada hacia una pared al perder la energía que lo mantenía unido.

—¿Conque refuerzos, eh? No durarán mucho —se dijo la arcanista, segura de sí misma.

Lanzó un orbe arcano a los guerreros, que se dirigían hacia Leah y Lyndon, que estaban más cerca. La obliteración no fue suficiente para acabarlos, pero sí consiguió detenerlos. Lyndon regresó hasta el puente para seguir disparando saetas desde ahí en tanto Leah sólo retrocedió unos pasos. Uno de los guerreros retornados, armado con una enorma hacha, se dirigió rápidamente hacia ella. La muchacha disparó una flecha que dio de lleno en el cráneo, pero ni siquiera así consiguió detenerlo. Dio un salto hacia atrás para evitar el ataque del esqueleto, pero fue la intervención de Kormac lo que evitó que el arma diera en el blanco. Alice disparó un par de boleadoras a los guerreros más lejanos antes de lanzar su chakram a los esqueletos en línea, que los decapitó poco después de que un nuevo orbe arcano hiciera explosión.
Luego de caer inertes los huesos de los últimos retornados, cerca de la cascada, el espíritu de Alaric se apareció, observando a los aventureros con una mezcla de calma y admiración.

—Su fuerza iguala a la de nuestros grandes héroes. Ahora... ¿Quiénes piensan que son? —preguntó.
—No costó mucho. Seguro el tiempo les ha afectado —respondió Natasha, algo presumida.

El espíritu guardó silencio un momento antes de hacer un movimiento de mano, con el cual una pared de piedra se hundió bajo las aguas, dejando ver una nueva sala inundada.

—Pueden entrar al recinto más sagrado —dijo antes de desvanecerse.

Los aventureros se acercaron a ver el interior de la sala. Al fondo, algo despedía un fulgor blanco-azulino.

Leah: Al fin. Ahí está el segundo fragmento.
Kormac: Fue un verdadero orgullo el haber luchado contra estos grandes guerreros de antaño.
Natasha: Sí, fue un buen entrenamiento, aunque estaban algo desgastados por los siglos transcurridos.
Alice: De todos modos, dieron buena pelea en algunas ocasiones.
Kormac: Así es. Varias veces nos dieron grandes problemas.
Lyndon: Por cierto, creo que tu arco no tiene suficiente potencia. Puedo conseguirte uno mucho mejor, Leah.
Leah: ¿Uno robado?
Lyndon: ¿Qué importa eso?
Alice: Claro que importa.
Lyndon: Qué raro.
Kormac: Por supuesto que a un ladrón como tú eso no le importa.
Lyndon: Vale, vale. Sólo trataba de ayudar.

Mientras, la arcanista había entrado a la sala abierta por Alaric. Estaba algo más ruinosa que la anterior, aunque mantenía intactas varias columnas de piedra. Una cabeza esculpida, como las halladas en las cuevas, se encontraba al final, aunque estaba algo inclinada y carecía de altar. Probablemente había sido destruída por el fragmento al caer. En cuanto se agachó para recogerlo, una aparición se materializó frente a ella. La taumaturga reaccionó liberando varios filos espectrales, pero no surtieron efecto en la ilusión.

—Los nobles héroes se abrieron paso sólo para morir aquí —dijo ésta mientras terminaba de cobrar forma.
—Maghda...

Al escuchar las voces, el resto de aventureros se apresuró a entrar. La cazadora se sorprendió al ver a la bruja nuevamente, aunque no lo demostró en su rostro.

—Tú otra vez...

Disparó una flecha famélica, pero como suponía, esta atravesó la imagen y se clavó en la pared. La bruja observó al grupo que recién había ingresado a la sala.

—¿A quién traes contigo? —preguntó—. ¿Acaso es la hija de Adria? Tiene... poder en su interior.
—¿Poder? Quizás. Algo de lo que careces, al parecer, ya que no quieres venir en persona —dijo Natasha, desafiante.
—No tiene importancia. Tu madre pronto compartirá tu destino, pequeña. El fragmento es mío. ¡Inunden el templo con su sangre! —ordenó antes de desaparecer en una nube de mariposas oscuras.

Varios pentagramas de color anaranjado aparecieron en el suelo alrededor del fragmento, emergiendo de ellos numerosos fanáticos oscuros. Un par de ellos se lanzó a atacar a la arcanista, pero sus filos espectrales los descuartizaron en un instante. Alice corrió hacia donde surgían los cultistas y arrojó abrojos por el área, ralentizándolos y dándole suficiente tiempo a sus compañeros para retroceder. Lyndon disparaba sus flechas mientras Leah permanecía algo confundida.

—¿Por qué dijo que mi madre compartirá mi destino? ¿Estará viva mi madre luego de tantos años? —murmuró.
—¿Y cuál es el poder en tu interior que ella mencionó? —añadió el templario.
—Eso lo veremos en el siguiente capítulo —dijo el truhán.

Los que estaban alrededor se detuvieron, mirándolo raro unos instantes.

—Bueno, quizás en el próximo tomo —corrigió con una sonrisa.

La explosión de un orbe arcano rompió el momento de calma, volando cuatro cultistas por los aires. Uno de los fanáticos trató de atacar a la taumaturga por atrás, pero la armadura glacial de ésta lo congeló. Natasha se sonrió antes de voltearse rápidamente y estrellar con fuerza un proyectil mágico en el abdomen del incauto, cayendo éste por el acantilado debido a la potencia del ataque. Varios cultistas trataban de detener al templario, pero éste avanzó arrastrándolos con su escudo hasta el borde de la sala, donde con un golpe de escudo los arrojó por el precipicio. La cazadora en tanto caminaba con calma hacia su compañera, clavando saetas en las frentes de los fanáticos a medida que éstos se acercaban a ella con la intención de eliminarla. Pronto no quedó ninguno de ellos con vida.

—Este combate fue muy fácil —comentó Leah al caer el último oponente—. Está jugando con nosotros. Volvamos con el tío Deckard ya mismo.
—Me alegro que hayas vuelto en tí.
—Hay algo que no entiendo. Si podía invocar todos esos cultistas aquí, ¿por qué no hurtó el fragmento antes de que llegáramos? —preguntó Kormac.
—Quizás cuando hallamos las llaves y abrimos el templo, también liberamos alguna protección mágica que impidiera su entrada por otros medios —sugirió Leah.
—O simplemente sus cultistas no eran suficientemente fuertes como para enfrentarse a los retornados —opinó la cazadora.
—Es verdad, su resistencia es lamentable —añadió la arcanista mientras empujaba con el pie a uno de los fanáticos muertos hacia el acantilado.
—¿Por qué los estás arrojando?
—Con el poco trabajo que dieron, no merecen estar aquí.
—Tienes razón. Te ayudaré con ello —dijo el templario.
—Bien. Yo me encargaré de poner ese valioso fragmento a salvo —añadió el truhán, acercándose al pequeño cráter.

Una daga se clavó en el suelo frente a él. Lyndon se detuvo en seco en tanto la cazadora se acercó, retiró el cuchillo y lo guardó en su cinturón.

—No es recomendable que alguien como tú toque algo sagrado como esto. Podrías estallar en llamas —dijo con una leve sonrisa.

La muchacha se agachó y extrajo el fragmento antes de ocultarlo bajo su capa.

—No hay nada más que hacer aquí. Volvamos —ordenó.
—Estoy de acuerdo. Nos vemos en Nueva Tristram —dijo la arcanista mientras abría los brazos y juntaba energía para teletransportarse.

La cazadora cerró los ojos y lanzó una profunda exhalación. Visualizó la plaza de Nueva Tristram en su mente y sintió el correr de energía alrededor de ella. Pasados unos segundos, un par de destellos azulinos iluminaron el lugar y ambas desaparecieron.
El interior del sitio sagrado de los Nefalem.


Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída

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Acto 2: Mentiras en el Desierto




Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
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