literature

Una luz en la oscuridad Cap.46

Deviation Actions

TswordZ's avatar
By
Published:
878 Views

Literature Text

Ya decidido el lugar del campamento, en una meseta cercana a la ciudad, todos comenzaron a desempacar las cosas. Tyrael se alejó un poco para contemplar Caldeum desde lo alto. Pronto Leah se le unió, pues no tenía muchas pertenencias aparte de un bolso, el diario de su tío y muchas velas para continuar su labor durante la noche. Los demás aventureros ayudaron un poco con la descarga para acelerar el proceso, aunque Lyndon lo hizo por si podía birlar algo. Natasha suspiraba mientras ayudaba al herrero con su carromato.

—No puedo convencerme de esto. Es una broma cruel que con las maravillas de Caldeum en el llano, deba dormir sobre el terreno inhóspito del desierto.
—Si Belial realmente tiene control sobre la ciudad no es seguro para nadie armar el campamento directamente ahí —explicó Alice.
—Lo entiendo, pero no deja de ser paradójico.
—Mientras pueda trabajar tranquilo, por mí está bien —señaló Edrig.
—Cierto, tú ya habías estado aquí —recordó la arcanista—. ¿Cómo se siente estar de nuevo en Caldeum?
—Pensé que no regresaría jamás, y sin embargo, aquí me tienes.
—¿Debido a lo que sucedió con tu padre?
—Debido a lo que sucedió conmigo. Algunas heridas nunca sanan y no tiene sentido escarbar en ellas, ¿no crees?

El ambiente quedó tenso por un rato. «El clima tampoco me agrada» añadió a regañadientes el herrero poco después.
Con su puesto de trabajo ya listo, el herrero comenzó a bajar sus herramientas y las armas que ya había forjado.

—¿Tomará mucho tiempo la reparación de nuestras armaduras? —preguntó Alice.
—Si no hay interrupciones, sólo unos minutos —respondió Edrig.

Las muchachas prefirieron no molestarlo, así que se retiraron. Fueron a buscar a Kormac y Lyndon, que como de costumbre estaban discutiendo. Natasha iba a lanzarles un orbe arcano para separarlos, pero Alice la detuvo tomándole el brazo y meneando la cabeza. Le susurró algo al oído, y ésta asintió con una sonrisa.

Aún estaban discutiendo cuando de repente ambas chicas los tiraron hacia atrás, alejándolos casi a la rastra.

—¡Esto es indigno! —se quejó el templario.
—Lo siento, Kormac —dijo Alice, aún arrastrándolo—. Pero realmente tenemos que continuar con nuestra misión.
—Lo entiendo, pero por favor no traigas a ese truhán de Lyndon. ¡Cualquier cosa menos él!
—Sé que no te simpatiza, pero concéntrate en nuestra tarea.
—Me es imposible con ese tipo rondando cerca. Todos sus actos son una amenaza para nosotros, ¿por qué lo siguen defendiendo?
—No lo defiendo, ni tampoco lo obligué a venir acá. Ya te lo dije cuando partimos desde Nueva Tristran: todos los que vienen, lo hacen por voluntad propia.
—Pero sus motivaciones son diferentes. Carece de valores y de disciplina. No es como tú, que decidiste seguir este camino.
—Ser una cazadora de demonios no es una mera elección. Somos sobrevivientes. Y subsistimos por nuestra disciplina.
—Así es. La disciplina es el alma de las grandes tareas.
—Sí. La disciplina me forzó a enfrentar las pesadillas y a conquistar los miedos. Y hablando de eso, creo que muy en el fondo temes que la Orden te esté mintiendo. Temes no ser el pecador que juran que fuiste. Eso te hace sentir incómodo y terminas culpando a Lyndon de tu malestar. Enfrenta el miedo. Busca la verdad.
—No es así. Yo... Yo... no puedo... mentir. He pensado eso a veces. Pero si fuese verdad, arruinaría todo lo que me hace luchar. ¡Todo!
—Pero actualmente afecta tu desempeño en la lucha. El no saber la verdad puede ser peor que forzarte a creer una mentira.
—Tal vez... ¡Pero el problema ahora es ese truhán!
—Mira, Kormac. Tú preocúpate sólo de seguir con tu misión. Si él decide venir, no lo detendré. Sé que suelo trabajar sola y la verdad no me siento cómoda con tanta gente cerca, pero temo que nuestro objetivo requerirá del apoyo de todos para llevarlo a cabo.
—De acuerdo... intentaré... no discutir tanto con Lyndon. ¡Pero no toleraré su inmoralidad ni su deshonestidad!
—A mí tampoco me gusta que ande robando, pero creo que puedo controlar eso —finiquitó la cazadora con una sonrisa mientras meneaba su ballesta de mano.

Por mientras, Natasha había arrastrado al truhán hasta casi la entrada del campamento.

—¿No vas a parar nunca? ¿Quieres llevarme de vuelta a Nueva Tristran o qué? —se quejó Lyndon.
—No tanto, pero aquí me aseguro que no robes nada mientras hablamos.
—Aún no me tienes confianza, ¿no?
—¿Debería tenerla?
(Suspiro) Bien, ¿de qué querías hablar?
—¿Cómo te hiciste ladrón?
—¿Por qué te interesa eso?
—Simplemente quiero saber más de tí.
—Es una historia larga y terrible que no querrías escuchar.
—¿No te alcanzó el dinero para algo que te gustaba?
—Básicamente.
—Deberías valerte del sentido común la próxima vez.
—¡¿Sentido común?! Con ella... imposible.
—¿Con quién?
—Ah, olvídalo.
—Vamos, quiero saber.
—¿Para esto fue que me arrastraste por todo el campamento?
—No. En realidad quería pedirte algo.
—Ah, ¿ahora quieres salir conmigo? Lo siento, pero hay una gran cantidad de mujeres que buscan mi compañía aquí en Caldeum... Aunque, por ser tú, podría hacer una excepción.
—Oh, me halagas, pero lo que te quería decir es que dejes de pelear con Kormac. Se hace molesto tener que lanzarles orbes arcanos cada tanto para separarlos. Y francamente, no creo que sea muy saludable para ustedes tampoco, ¿no crees?
—Tengo la ligera sensación que disfrutas haciéndolo.
—Bueno... Sí. Reconozco que me agrada ver a mis oponentes volar por los aires debido a mi poder. La expresión en el rostro y las poses al caer también suelen ser hilarantes, mas preferiría que ustedes no tuvieran que pasar por eso, ¿no opinas lo mismo? ♥
—Ahora mismo no sé si debería temerle más a los demonios o a tí.
—Eso depende de a quién tengas al frente, y creéme cuando te digo que no quieres que sea yo.
—Eso es fácil de arreglar: simplemente dejemos a Kormac aquí cuidando las cosas.
—Me temo que no se conformará con esa labor.
—Por lo que más quieras, ¡No te lleves a ese templario! ¡Te dormirá con su parloteo incesante!
—Aún si estuviera en desacuerdo, Kormac vendría igualmente. Ya está decidido a acabar con Belial. Por eso te pido que dejes de pelear con él. De lo contrario, es posible que la chica-flecha pierda la paciencia y decida clavarte en las ruedas de la carreta.
—De acuerdo, pero dile a ese templario que se calme. No tengo problemas en tenerlo cerca, pero él parece empeñado en impedirme ro... ehhh... en molestarme.
—No te preocupes. De eso se está encargando la chica-flecha. Ahora sé un buen chico y pórtate bien para que podamos partir.

Ya con la situación arreglada, las aventureras se dirigieron donde Tyrael y Leah. Kormac y Lyndon también fueron. Se lanzaron una mirada de odio, pero no dijeron una palabra. Tyrael estaba conversando con el caravanero sobre la situación de la ciudad.

—La ciudad ha dejado de ser como antes —se lamentaba éste último—. Antes el comercio florecía acá. Ahora, con el nuevo emperador, todo se ha ido al infierno.
—Siendo Belial quien domina la ciudad, no es de extrañar —señaló Tyrael.
—Te seré franco. No creo en esas historias. Ni en las de los demonios ni las que he escuchado sobre tí, pero si eres capaz de devolver la ciudad a su antigua gloria, aunque sea sólo en lo comercial, no tendré problemas en llevarlos en un nuevo viaje.
—El reinado del Señor de las Mentiras está pronto a su fin. En cuanto a mí, digamos que ahora soy mortal.
—Ya.
—¡Hey! —gritó Natasha desde atrás— ¿Cómo va todo por acá? ¿Se han robado la ciudad o qué?
—¿Qué quieres decir? —inquirió Leah.
—Llevan tanto tiempo ahí observándola que pensé estaría en ruinas o algo así... pero se ve igual que antes.
—Así que ésta es la famosa ciudad... —murmuró Alice.
—Sí —asintió Leah—. Aquí estamos: Caldeum, Joya del Oriente. El tío Deckard amaba este lugar...
—No lo haría si supiese que ahora la gobierna Belial, Señor de las Mentiras —señaló Tyrael—. Huelo su inmundicia en el aire.
—Debemos dividirnos. Ustedes busquen a Belial y yo iré tras la bruja Maghda. Con el olfato de Tyrael no deberían tardar mucho.
—Te sigues olvidando que no estás sola en esto. No te preocupes, Leah. Cazaremos a Maghda y la haremos pagar por la muerte de Cain.
—No es venganza lo que busco realmente, pero... gracias. A todos.
—Bien, en marcha —ordenó la arcanista.

Tyrael y Leah partieron de inmediato hacia la ciudad a través de un sendero al otro lado del campamento. La taumaturga los iba a seguir, pero Alice la detuvo tomándole de un brazo.

—Natasha, ¿en serio quieres ir al combate sin tu protección?
—Eh... podría ir. Simplemente no permitiré que se me acerquen.
—Sí, claro. Por eso la tenías tan destrozada. Ya, vamos a visitar al herrero. Le dimos bastante tiempo. Debe tenerlas listas.

Los aventureros se dirigieron entonces al carromato de Edrig. Éste, al verlas, comenzó a ordenar las cosas.

—Parece que estamos listos —dijo sonriente Natasha.
—Así es. Con el nuevo equipamiento me tomó menos tiempo el forjar y reparar los objetos. Aquí tienes Alice, tu guardahombros. Natasha, los tuyos. Y para el templario una nueva hacha pesada. Con eso deberían estar bien.

Las muchachas se colocaron sus nuevas protecciones, pero la arcanista se percató del gran corte en la capa de Alice producto de la lucha contra el Carnicero.

—Oye, chica-flecha, ¿no sería mejor aprovechar de reparar eso también?
—Te dije que dejaras de llamarme así.
—¿Pero no deberías repararlo? No volveremos pronto, ya lo sabes.
—Preferiría no perder más tiempo.
—No parece ser una hendiduda muy grande —señaló Edrig—. Puedo repararla en unos momentos.
—De acuerdo. Sólo espero que Lyndon no moleste mucho.

La joven se quitó su protección y se la entregó al herrero, quien se puso a trabajar en ella inmediatamente. Aunque el delgado peto de cuero que usaba bajo su protección cubría parcialmente sus senos, sintió la necesidad de cruzarse de brazos para sentirse más segura. No estaba acostumbrada a estar entre tanta gente. Menos tan descubierta.

—¿Hm? ¿Adónde se fue Lyndon? —se preguntó la arcanista mientras miraba a todos lados.
—¿Para qué lo buscas? Aún no podemos partir —señaló Alice.
—Seguro que querrá verte así.
—¡Hey!
—Ah, ahí está.

La cazadora trató de detenerla, pero la taumaturga fue corriendo en su busca. El truhán se hallaba conversando con una noble que miraba con asombro el panorama de la ciudad.

—Entonces, Kala, ¿dices que vivías en el palacio?
—Sí. De hecho, nunca salí de la ciudad. Jamás en toda mi vida. Ni siquiera crucé los umbrales del palacio.
—Debe haber sido todo un shock el que te hayan obligado a abandonar tu hogar.
—Así es. Cuando nos arrojaron aquí, pensé que moriría. Estaba despavorida. Pero ahora... mira el paisaje. No comprendía la verdadera magnitud de este mundo. Es algo hermoso.
—Es verdad. He viajado mucho y puedo asegurar que así es. ¿Por qué no vamos a un lugar más privado, donde te pueda... contar más sobre las bellezas de este mundo?
—Oye, Lyndon, tienes que ver esto —interrumpió Natasha.
—Ahora, no, mujer. ¿No ves que tengo que consolar a una amiga?
—Déjalo para después y ven.
—Los celos no te pegan, ¿sabías?
—No digas idioteces, tan sólo ven.
—Espérame Kala, vendré en un momento.
—Descuida. Podría admirar esta vista todo el día.

Empujando con fuerza, la arcanista llevó al truhán hacia el carromato del herrero.

—¿Por qué siempre tienes que arrastrarme de un lugar a otro?
—Porque te conviene.
—¿Y qué era tanto lo que querías mostrarme?
—La chica-flecha está en topless.
—¡¿Por qué no me dijiste antes?! ¿Donde está?
—Qué raro. Estaba aquí hace un momento.

Ambos se pusieron a registrar el campamento, sin hallarla. De improviso, el herrero rompió el silencio que se había formado.

—Bien, Alice, tu capa está lista.
—Lánzamela, Edrig —se escuchó decir a la cazadora.
—¡Ahí está! —exclamó Natasha—. ¡Detrás del carromato!

El truhán corrió hacia su posición, pero fue recibido por una salva de granadas, cuyas sucesivas explosiones le impidieron acercarse.

—Eh, tranquila —dijo Lyndon—. Sólo vengo a ver si estás bien.

Trató de acercarse un poco más, pero unos abrojos semienterrados en la arena se le clavaron en el pie, haciéndolo saltar hacia atrás a causa del dolor. Apenas alcanzó a sacarse los que tenía incrustados en el zapato cuando se reanudaron las explosiones. Poco alcanzó a ver el truhán cuando la cazadora salió de su escondite, visiblemente furiosa.

—Siempre tienes que complicar las cosas —masculló a la arcanista, arrojándole un par de dagas, para luego desabrocharse su chakram y lanzárselo igualmente.

La taumaturga se quedó en su sitio y conjuró una burbuja temporal que ralentizó considerablemente los proyectiles, permitiendo ver perfectamente su trayectoria.

—¿Y bien? ¿Cómo haces para lanzar esto? ¿Así?

La muchacha tomó el chakram, que ahora giraba lentamente y, tomando impulso, se lo arrojó de vuelta a la cazadora al tiempo que la burbuja se deshacía y las dagas continuaban su camino. Alice no tuvo problemas para detener en vuelo su hoja giratoria y aprovechando la ausencia de la burbuja lanzó tres granadas a la taumaturga. Ésta respondió con una leve onda expansiva que las arrojó de vuelta, obligando a la cazadora a agacharse para evitar el impacto de sus propios proyectiles, los cuales explotaron detrás de ella. Ante esto desenfundó una de sus lanzadoras de cuero y disparó una saeta, pero ésta se clavó en el escudo de hoja del templario.

—Me pediste que dejara de discutir con Lyndon —recordó Kormac—. Pues así mismo te pido que dejes de pelear con Natasha para que podamos partir de una vez en busca de Maghda.

La cazadora quedó quieta unos momentos con su brazo apuntando a la arcanista, pero luego enfundó su arma y sin decir palabra, se dio media vuelta, encaminando sus pasos hacia la ciudad de Caldeum. Kormac, por su parte, desclavó el proyectil de su escudo y solemnemente continuó la marcha.

—Gracias por la ayuda, Kormac —mencionó Natasha.
—No es nada, pero por favor, evita armar estos conflictos. Todo comenzó por tu culpa.
—Sí, quizás... Aunque ella exageró un poco.
—Así es. Por esta vez, no fue mi culpa —dijo el truhán.
—Tú también fuiste parte en esto —señaló el templario.
—¿Y yo por qué?
—¡No empiecen ahora ustedes! —interrumpió la arcanista.

Con la cazadora en vanguardia, los aventureros se adentraron en la gran joya de oriente, ahora bajo acecho del Señor del Infierno Belial.
Preparando el campamento base para la siguiente misión.



Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída


Acto 2: Mentiras en el Desierto

45 - 46 - 47 - 48 - 49 - 50 - 51 - 52 - 53 - 54 - 55 - 56 - 57 - 58 - 59 - 60 - 61 - 62 - 63 - 64 - 65

66 - 67 - 68 - 69 - 70 - 71 - 72 - 73 - 74 - 75 - 76 - 77 - 78 - 79 - 80 - 81 - 82 - 83 - 84 - 85

86 - 87 - 88 - 89 - 90 - 91 - 92 - 93 - 94 - 95 - 96 - 97 - 98 - 99 - 100 - 101 - 102

103 - 104 - 105 - 106 - 107 - 108




Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
© 2014 - 2024 TswordZ
Comments0
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In